EL RESEÑARIO / No. 196


 

Unas líneas para Wide Screen



Luis Paniagua


 

Víctor Cabrera
Wide screen,
Bonobos-Conaculta, 2009

 

 

El segundo libro de poemas (luego de Signos de traslado) del poeta chiapaneco Víctor Cabrera (Arriaga, 1973) lleva por título Wide screen (“Pantalla ancha” en español), nombre que se ajusta naturalmente debido a la construcción del poemario. Una pantalla ancha es aquella en la cual se proyectan películas de formato extendido. El libro (Bonobos, 2009), como objeto impreso, es una belleza en sí mismo: pensado como una pantalla, tiene un formato apaisado que le da preferencia al plano horizontal, jugando con la carga visual del concepto. Por otra parte, el contenido germina a partir de referentes como fotogramas, escenas, secuencias o diálogos de cinco largometrajes del realizador estadounidense Jim Jarmusch, a saber, Stranger than Paradise [Más extraño que el paraíso] (1984), Down by Law [Bajo la ley] (1986), Mistery Train [El tren del misterio] (1989), Dead Man [Hombre muerto] (1995) y Ghost Dog: The Way of the Samurai [Ghost Dog: El camino del samurai] (1999), respectivamente.

Un título que pudiera venir igualmente bien al libro es el de la segunda sección del volumen: “A Sad and Beautiful World” [Un triste y hermoso mundo], pues es la tónica que marca los derroteros de las múltiples voces que articulan el discurso de Wide screen: una belleza que no está presente sino en la ausencia, el día que avanza por los contornos y lo erosiona todo; el hastío, la tristeza, el “grado cero del patetismo”.

Por su parte, nos dice Francisco Segovia que el libro de marras “está escrito con los bastones del ojo: mira con esas células que perciben todavía eso que ya no está en el campo focal y ni siquiera en el campo de la luz, sino entrando ya a la sombra y lo difuso”. Es curioso que un libro que parte de una disciplina mayormente visual se cifre en lo que está en los bordes, en lo liminal. Su certeza es una semilla que está en los contornos. Pero, como dirá más adelante el propio poeta, no son tantas las certezas como las intuiciones, las visiones por contraste, las tomas tangenciales, los planos oblicuos. Por eso, la luz dura sólo un instante. El instante justo para darnos cuenta de que “la belleza [sólo] es visible por su ausencia”.



Luis Paniagua. (San Pablo Pejo, Guanajuato, 1979). Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Es autor de Los pasos del visitante (Ediciones de Punto de Partida, 2006) y Maverick 71 (Literal Publishing, 2013).