NUEVE POETAS DE EL SALVADOR (1979-1986) /No. 195

 

Luis Borja



San Salvador, 1985

 
 

Pájaro y arena


Sé que es muy difícil pensarte con las manos heridas por la nostalgia
aún así me imagino cómo cantan tus palabras a la ternura
La regocijada voz sangrada con que imitas a los pájaros
Los latidos de tus dedos desgranando la distancia
—Creo que en ese arpegio resumes toda tu tristeza—
A veces creo que sos una melancólica palabra que se le pierde a las tardes
¿Te parece extraño pensarte así?
Y es que en vos a veces también es fácil percibir la soledad moderna con que maldices las calles
El terrible golpe con el que rompes los vacíos.
Quizá te preocupe la mediación que existe en el muerto y el arma
Quizá te preocupe la cariada sonrisa de los niños perdidos
Quizá te preocupe la delineada frontera apilada de muertos
Por eso me encuentro en vos
Porque es fácil ver en tus ojos la desbordada ternura de la que hablamos
Y eso es lo único que nos salva de la muerte
Tengo que terminar diciéndote
Que a veces cuando te pienso
Te imagino pájaro y arena
Y vieras qué tierno me imagino en tus manos.

 

                                                                  (Del libro inédito Elogio del niño delirante.)

 

 

Hijos, tengo un gusano en el corazón

 

                                                                  Para Anne Sexton

 

He pensado en pronunciar toda palabra
Sangre
                     Ceniza
                                            Y humo
Pronunciarla como una madrugada tortuosa
Pero hijos
Hoy por la tarde he arrugado todas las caricias de mis años
Le he cantado a mi almohada todos los versos fúnebres
Como se le canta a la sangre cuando conoce la agonía
Cariños
Cariñitos de melancolía
Pájaros del viento y de la piedra
Sangre de la herida y la plegaria
Huesos del vientre y de las penas
Al final he querido decirles lo mucho que los quiero pero no he terminado el poema
Sin embargo ustedes sabrán entender que
“Los suicidas poseen un lenguaje especial”

 

                                                                  (Del libro inédito Un labial para las muertas.)

 

Desierto

 

                                                                  Para los niños migrantes

 

La osamenta es una prolongación del desierto
la cruz de hueso que se pierde en el exilio
En el desierto se muere con el nombre tatuado de todos los hijos que quedan atrás
con la embarazada agonía de descubrirse incierto
con la lengua seca abrazando la saliva
En el desierto los muertos son una arena esparcida
duelen como una espina deslizándose en la carne
duelen como la tumba en la que nadie se persigna
Es que no es fácil ver la arena como un veneno suave
cuando el sol se vuelve una ruina sobre la espalda
cuando la garganta es un pájaro apagado
no es fácil con la esperanza de toda una familia
En el desierto se muere a los de pies del nopal con el corazón putrefacto
los cráneos ruedan como tren perdido
las piernas son rieles mudos que no encuentran el camino
las vísceras son una cadena de flores de sangre
flores de muerto mostrando sus dientes
la lengua como un tajo de carne podrida se hace pesada
pesado también el andar ecuestre de todas las fronteras
de todas las carnes desgarradas en Tecún, Chiapas, Coahuila
En el desierto los muertos son un muro de huesos que se quiebra
Un río de sangre que se seca en cada manotada
Una bandera tejida con todos los dedos de Centroamérica
En el desierto
sólo en la piedra el cerebro destila lo amargo de los sueños
sólo la piedra se apiada de la carne
sólo la piedra es el epitafio de todos los migrantes

   

                                                                  (De El disparo. Cuentos del barr[i]o, Visor, 2014.)

 

 


Luis Borja. Poeta y académico. Ha publicado los libros Letrosis (THC Editores, 2013), El disparo. Cuentos del barr[i]o (Visor, 2014; accésit del XXIV Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma) y Pus (Editorial del Gabo, 2014). Fundador del Taller de Poesía del Parque (Ahuachapán). Su obra ha sido publicada en El Salvador, España, México, Venezuela y Cuba.