NUEVE POETAS DE EL SALVADOR (1979-1986) /No. 195

 

Krisma Mancía



San Salvador, 1980

 
 

04-mancia.jpgI. Los infiernos


Cuántos infiernos hay en un corazón.
Cuántas ventanas abiertas en un cuerpo.
Cuántas llaves nacieron. Cuántas palabras
bellas y nuestras llegaron a sus casas.
Aquí está el hombre nuevo hecho en amargura.
Hombre nuevo para el azote y el frío.
Hombre nacido de las mujeres pardas
que son infelices con sus hijos sucios.
Vosotros, guerreros, bestias de los mares,
se llevan los verdes labios de la tierra
y cruje la cosecha cruda del cielo.
Cuántas ciudades pretenden en sus sueños.
Cuántos muertos cobijarán a la muerte
cuando sus manos se cierren a la vida.


II. La memoria de la tierra

Estoy mutilada para la belleza y la perfección.
Estoy dividida como las estaciones del año.
Estoy prohibida. Manchada. Vendida.
Estoy para la guerra: maldecida y cruel.
Estoy dura como una piedra y dorada como una lágrima de oro.
Soy la tierra que no tiene memoria en la tierra.

La tierra rota. Tierra derrotada.
Tierra que cubre la boca de los niños
que parten al otro lado de los ríos.
Soy tierra cansada.
Tierra con sed de cosechas.
Tierra de dioses muertos.
Tierra hambrienta de corazones tibios.
Nadie me besa. Nadie roza mis hombros.
No tengo fondo. No tengo edad.
¿Quién me ama?
¿Quién quiere morir conmigo por la belleza de las flores?
Morirse con los brazos llenos de amor
como cuando la noche se agota
y se pierden los nombres de las aves. ¿Me amas? Huye conmigo y te prometo inventarte.


III. El sacrificio

Duerme.
Mañana tendrás otra sed.
Duerme.
Nadie te prohíbe equivocarte.
Me tienes a mí
que me mutilo cada vez que me equivoco.
Te ruego que no sigas mi ejemplo,
es demasiado doloroso no soñar
y los que no sueñan atraen la sequía.
Duerme.
El sol ha quemado el aire,
la vida nos ha dado la espalda
y la tierra reclama mi carne.
Mañana nos encontraremos en el principio del fin
y si la vida es justa, yo me moriré primero
pero antes te haré peligrosa como el filo de un cuchillo.
Te daré mi fuerza. Te daré mi sangre.
Te armaré para la guerra.
Y dentro de tu vientre,
confundido entre tus entrañas,
nuestro hijo crecerá seguro como un narciso blanco
y tendrá mis manos: grandes y suaves.
Nacerá con escamas de bronce,
sujetando el arco
y mamando la gloria de tus pechos.
Duerme.
La casa es demasiado estrecha
como para seguir acomodando más lágrimas.
Afuera hay un rumor de que caerá mi cabeza
como una pequeña lluvia.
No necesitarás nada. La cosecha crecerá
y la tribu te bendecirá, pero déjame dibujar mi sombra en la pared
solo para que mi hijo conozca
al elegido,
al sacrificado,
al hombre entero que fui.



IV. El hilo

Corazón que envejece
mira qué viejo estás de tanto llorar,
de tanto callar.
Llora por dentro y duele
llevar esta laguna íntima
que nadie ve, porque la elegancia del luto
es la resignación,
porque la distancia que me divide de los muertos
es tan mínima y poderosa como esa aguja
que traspasa tu sombra.



V. Lo imperfecto

No hay otro hogar que el fuego.
Ni otra textura que el azul.
Ni otro cadáver inmenso que el mar.
No hay otro cuerpo que me derrame,
ni otra boca que me beba completa,
ni otra lluvia que sepa reconocerme.
Esto de amarte es un defecto de nacimiento.
Una anomalía de fábrica.
Algo que se lleva adentro
(imperfecto, ilógico, sucio)
como la poesía.

                                                                              (Todos los poemas son inéditos.)

 


 

 


Krisma Mancía. Estudió Letras en la Universidad de El Salvador, y Teatro en la Escuela Arte del Actor. Ha publicado La era del llanto (DPI, 2004), Viaje al imperio de las ventanas cerradas (La Garúa, 2006; I Premio Internacional de Poesía Joven La Garúa 2005). Su obra ha sido publicada en El Salvador, Nicaragua, España y México.