DOCE POETAS (1985-1991)/No. 189


 

Miréia Anieva



Xalapa, Veracruz, 1988

 

 


1992

El fondo de la foto son los castillos de un edificio que,
antes no, pero ahora tiene más de diez pisos.
Ahí mismo, a lo lejos, hay tres personas del pasado
que no reconozco
que nos miran a mi papá y a mí, también del pasado,
posar frente a la cámara.
Llevo un vestido rosa ridículo que compramos
mi mamá y yo para mi primer cumpleaños.
Aunque es el número cuatro. Soy bisiesta.
Con la mano izquierda sostengo un palo elevado en vertical
que con la punta toca levemente una piñata de payaso.
Con la derecha jalo a mi papá del pantalón de mezclilla,
no mido ni la mitad de su cuerpo.
Miro fijamente la cámara con un enojo enmarcado
por dos engeladas coletas con moños.
Mi papá se agarra las manos y puedo asegurar que le sudan.
Mira a otro lado con incomodidad y la boca apretada.
Al reverso de la foto, con una letra ya perdida, escribí
“Mi papi no quería salir en la foto”.
Escribo esto porque ayer la perdí en un hotel y no quiero olvidarla.
Escribo esto, únicamente porque no sé dibujar.
Escribo como discapacidad.



Minuto 47

 

Hace algún tiempo
fuimos todas las películas de amor mundiales

Fabián Casas

 


A Lewin Davis le acaban de decir
que el gato que entregó a sus dueños
no es el que le dejaron a cuidar.
Su cara trabada, su ropa barata
y el póster del Festival de Edimburgo
se quedaron paralizados por la
tecla de stop que apreté en 2013.
Nunca terminamos de ver esa película juntos.
Varias cosas se detuvieron en 2013.
La vida de Lewin, sobre todo,
que para mí siempre tendrá una historia inconclusa,
pues hay teclas de play que no quiero apretar.
No me cuenten el final.



Genealogía

Voy a ir a sembrar unas flores
en el lugar donde mi madre
sangró por primera vez
y dejó crecer el río del que
brotarían mis hermanos.
Voy a desdoblar mi apellido
como un largo abrazo que logre
abarcar a mis hijos del futuro.
Voy a ponerle el nombre
de mi padre a un día del año.
Ese día jamás tendré miedo.



Inventario

Todos mis amigos de la infancia murieron.
La chola a la que le decían La Traumas, aunque ella no era mi amiga y no murió.
El vecino al que le cayó encima una barda en un cumpleaños, él sí murió.
Lucio, el que trabaja más de quince horas diarias en un pozo y ya nadie
ha visto, murió de esta forma.
Carolina, quien no murió, pero tuvo un hijo que vivió sólo dos meses y esto
de alguna forma la mató.
Mi único novio de la secundaria, quien no ha muerto, pero alguien ayer dijo
en Facebook que está en coma y que había que rezar por él.
Antes vivir no era lo mismo que tener miedo.
Envejecemos.
Somos como Benjamin Button, pero al revés.

 

 

 

Miréia Anieva. Escribe poesía y ensayo. Es cofundadora de la revista Bonsái. Literatura mínima. Fue becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Veracruz en el área de Poesía y ha sido publicada en diversas antologías y revistas del país.