DOCE POETAS (1985-1991)/No. 189


 

Tania Carrera



Ciudad de México, 1988

 

 

 

 

Cacerola

Dentro del refrigerador y pese a él,
hay una historia secreta.

Un estambre larguísimo que va dejando atrás lo que antes celebraba otro año estando
juntos: tu comida favorita.

Puedo sentir su respiración cercando la cocina:
el zombi verdadero en el olvido.

Me espera ahí, en el vacío del refrigerador a oscuras, a que llegue e introduzca mi
mano temblorosa en sus entrañas, para salvar la cacerola que me regaló Lulú.

 

Cacerola

Nunca pude resolver el enigma del ser doméstico. De que la casa sirviera para guardar
el sexo y los hijos.
Yo respondo tajantemente a la ancestral, pero no primigenia, razón de hallar a la
identidad con las palmas clavadas en el centro de una casa.

La necesidad de saber limpiar bien la porcelana, vino prematura, antes de saber a
quién y por qué rendíamos cultos.

En cambio, tengo mi colección de anclas preciosas colocadas estratégicamente a lo
largo de la casa, pedazos de los amigos como evidencias colgando en las paredes.

 

Tengo un jardín a medias

Marchar en círculos, borrarlos
nuevamente y nuevamente
hasta que sean una sola línea,
segura de su pleonasmo de círculo:
una casa, 20 mil pesos al mes para la carne.
Sólo para la carne.
El corte más grueso y jugoso
es la virtud de inaugurar un sentido de opulencia.
                                     La virtud
]esto es mío, nadie me lo dio, sólo yo puedo quitármelo
excitada por la posibilidad de presenciar una catástrofe.

Te quedas ahí, mirando las líneas viejas que se forman en tus manos, como si la naturaleza tuviese
otro significado más, como si no fuera suficientemente desbordado. Filoso, quiero decir.

Significar es una costumbre que no forma carácter.


Cacerola

Le daba miedo de noche escuchar la precisión de una gota sobre la cacerola que había dejado afuera. Era como si la exactitud, el cauce del agua trazando rutas aun en el aire, fuese un reflejo de cómo debieran ser las cosas. Estaba ahí, acostada junto a un hombre y era como si estuviese destinada a caer, indudablemente en la misma posición noche tras noche.

Le daba miedo la lluvia, quedarse dormida y despertar la mañana siguiente sólo para volver a dormir escuchando la lluvia junto a un hombre la noche siguiente.

Objects in mirror are
closer than they appear

No hay anécdota/un símbolo existencial/potencial que
ordene las circunstancias para ser narradas
para extirpar la hebra y empotrarla en medio del camino,
trazar la línea punteada que dice:
“llegue hasta el final de esta historia”.

Tengo
la necesidad de suponer
que mi vida es importante.

Después de la cabeza, sin embargo, está el cielo
y no hay metafísica posible:
hay eufemísticos pasajes,
flemas cayendo perpetuamente,
desafiando a la gravedad,
sobre el rostro de las cosas.
Cargo una topografía inclasificable:
tengo una hélice que corta de tajo
y renace las conversaciones.

Entre el moho que se forma en el guiso viejo
dentro del refrigerador y pese a él,
hay una historia secreta:
estambre para tejer mis propios coágulos.

Mentir es preciso: barnizar el barro de las lozas o enlodar los mármoles.

 

Tania Carrera. En 2006 obtuvo la beca Jóvenes Creadores del Foeca Morelos en el área de Poesía. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el periodo 2009-2010 y ganadora del premio Jaime Reyes 2010 de la UACM. Actualmente es beneficiaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca. Durante 2013 organizó el Primer Encuentro sobre Publicación Electrónica, en el marco del programa educativo de la Fundación Pedro Meyer. Ha publicado Espejos (Gato Negro, 2013) y Un dios lubricante (www.undioslubricante.com, 2014).