DOCE POETAS (1985-1991)/No. 189


 

Karen Villeda



Tlaxcala, Tlaxcala, 1985

 

 

Constantinopla
(fragmento)

Flavio Valerio Aurelio Constantino
          Estaba naciendo en un momento preciso:
          El astrágalo de una columna corintia se sacudía con los pasos del Restaurador del
          Este y las hojas de acanto soplaban con tanta,
                    tantísima fuerza que se confundían con el aliento de un nabateo a punto
                    de morir, ese que alzaba sus plegarias a un toro joven llamado Baal y no
                    dejaba de mirar, con pena y amor, a su reina Zenobia y no dejaba de mirar
                    tampoco, con pena y disgusto, a Vabalato, el joven desobediente que los
                    llevó a la perdición.
          El oro se caía de la columna corintia y Palmira se caía también mientras
lavio Valerio Aurelio Constantino
          estaba naciendo sobre el río Nišava, una de esas pocas gotas saladas que se
          vierten en el Mar Negro, la abundancia de agua más apesadumbrada que hemos
          visto en nuestra vida, cautiva de los Dardanelos y del Bósforo.
          Y él, con dolor y sus cadenas, no se alegraba de casi nada,
                    casi nada más que con el desengaño de aquellos que vivían en Batumi, los
                    que se sabían más débiles que él y no podían bañarse en el puerto de
                    profundísimas aguas.
                    Eran ellos, los que nacieron para ahogarse, y era él, quien tenía cuatro
                    nombres.
Por eso, por sus cuatro nombres, Flavio Valerio Aurelio Constantino era también una gota
de agua salada que estaba naciendo a los casi tres siglos de nuestra era para gobernar
sobre los que se ahogarían.
Flavio Valerio Aurelio Constantino
          estaba naciendo como hijo de Constancio Cloro, el que castigó a los pictos, y de
          Elena, heredera de la servidumbre, nacida también entre molinos de sal como su retoño.
                    —Salinas están todas las almas nacidas aquí desde los fenicios del Levante
                    mediterráneo—.
          Y, hoy por hoy, Elena es una santa, cubierto su manto de albahaca en Andalucía
          y festejada en la Romería de las Cruces al conmemorarla el 21 de mayo o el 18 de
          agosto, cuando nos fuimos de aquí pensando que ese día,
                    ese día caminamos con la cabeza gacha en Constantinopla como lo hicieron
                    Zenobia y Vabalato en Roma mientras
Flavio Valerio Aurelio Constantino,
estaba naciendo.



Constantinopla

Nadie sabe cuándo nació ni cuando murió. Tal vez no existió más que en la boca de mil hombres y mil mujeres. Hodja le llaman. Hodja, El Maestro. Hodja montaba un burro al revés y se le veía siempre en la medersa, donde resguardó su existencia hasta agonizar. Dicen que se puede ver a Hodja enterrado desde las afueras del nada pomposo mausoleo donde reposa. Tiene herrería alrededor y hay tres puertas abiertas. La cuarta, que es el paso hacia su tumba, está cerrada. Aquí, en Estambul, vive su amigo más cercano: Tamerlán El Cojo. Tamerlán, inclinado sobre su pie izquierdo, le preguntaba a Hodja sobre los días de la luna teñida y el Maestro le respondía pacientemente que no sabía nada acerca de ese tema mientras comían ganso frito. El hombrecito detrás de esta puerta tampoco sabe cuándo nació y cuando murió Hodja, el que sacó a la luna de un pozo y la montó en el cielo nocturno. Tampoco hace preguntas desde que se mantiene en cuclillas en la oscuridad, tan ajeno a las visitas, con la puerta entreabierta y la boca adosada.



Dodo
(fragmento)

III. HUELLA DEL DODO

Siete lenguas, catorce brazos violando a Mauricio. Pares y menos pares de labios gruesos. Lo llaman “El Mongol” por su boca. Una fina línea. No habla, solamente nos asienta o niega. El Mongol deja caer los párpados, su rostro tiene un solo rasgo: el horizonte. Mauricio se parte.

Escuchamos gruñir a El Mongol, nos despierta. Istmo de fauces. Rezamos con más fe ahora que nunca. El Mongol ladra. El Almirante lame con fruición su rostro. Luciérnagas, son una estrella caída en desgracia. El Güeldres mohoso sin catorce brazos, moscas.

El sol no deja de mirarnos fijamente. Siete espaldas descarapeladas. Siete arcabuces pesan más que el ancla. Estamos tan agotados que tomamos la siesta. El Mongol duerme al sol, sin tostarse. Catorce pulgares, siete pitos estancados en Mauricio. Una verdad demográfica.

El Mongol está hecho un ovillo y da más miedo que el mar encolerizado. Manos sobre la nuca de El Mongol. No se inmuta. Seis marineros son atraídos por el rompiente. Una ola burlándose. Doce tobillos correrán mañana a lo ancho. Una, una fina línea para El Almirante.

Aliento de dientes de león, hierba chamuscada. Pares y pares de labios olvidando nombres. El Mongol balbucea una canción de cuna. “Pra lapra pran lapra lapra pra pran.” Una percusión desde siempre. Mauricio se reverdece. Lentejuelas blancas, doce pezones para El Almirante.

Mascamos la caña de azúcar como tabaco. Ballenas de ensueño. Seis cabezas que se aferran al mar. Mascamos y mascamos. Seis farsantes se ilusionan con un arpón. Plataforma de hielo. La soberbia quijada de El Mongol, recia.

El Almirante puntea la ruta a seguir. El Mongol hace una mueca, le aplaudimos. Seis arcabuces temblequeando. El Mongol suspira y El Pelirrojo coquetea. Me quedo solo, extraño sus dedos tibios. El Mongol da un paso hacia atrás. Hay una huella intrusa, cristales sobre arena.

 

Foto: Svetlana Eremina

 

Karen Villeda. Ha publicado Tesauro (Conaculta, 2010), Babia (UNAM, 2011) y Dodo (Conaculta, 2013). Poemas suyos han sido traducidos al inglés y al portugués. Ha publicado su obra en Argentina, Brasil, Colombia, España, Estados Unidos, Guatemala y Venezuela. Ha traducido poemas de John Keats al español. Ha merecido, entre otros reconocimientos, el IV Premio Nacional de Poesía para Niños Narciso Mendoza 2005, el primer premio de poesía de la revista Punto de partida 2008, el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2013, el Premio Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada 2014 y el Premio de la Juventud de la Ciudad de México 2014. Ha sido becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca. En POETronica <www.poetronica.net> presenta sus trabajos con poesía y multimedia. Su interés por la poesía y su relación con diversos recursos tecnológicos empezó con LABO: laboratorio de ciberpoesía <www.labo.com.mx>. Su próximo libro, Constantinopla, aparecerá bajo el sello Posdata Editores.