POESÍA CUBANA ACTUAL / No. 183

 
Sergio García Zamora
Esperanza, Villa Clara, 1986
 

El otro

En alguna playa de Miami o Tenerife
donde los antiguos compañeros de clase
te suponen, está lo que llaman exilio.

Tras las gafas oscuras y el oscuro bañador,
en su silla plegable, con un libro abierto
sobre el pecho, sobre el pasado vertiginoso
y el cuerpo de la música en la radio,
está el exilio durmiendo bobamente

como tu abulia escolar en una clase.

Bajo la sombra del buen vivir,
coincides con gente que vino desde Cuba,
de visita hace un mes, hace un milenio;
aceptan almorzar contigo, mañana, sin falta,
prometen llevar tus cartas, tus abrazos
ligeramente descomunales, el dinero puntual
como lo exigido en un secuestro.

En alguna playa de Miami o Tenerife
hablas hasta convencerlos y convencerte
sobre lo inútil de tu regreso, es decir,
contra la pamplina del hombre
que alega buscar su raíz.

No te harán caer en la nostalgia fácil:
patio de escuela donde jugabas al trompo,
palmas vistas desde un tren a toda marcha.
No sientes lo que llaman patria.
Ya no sientes.



 

 

Reciclaje y sobrevida


Entre las pacas de ropa reciclada
está la vida que desecharon
como ropa reciclable.
Esta camisa, por ejemplo, de Armenia o de Birmania,
¿en cuál bar manchó su borde, su esplendor,
junto al deseo de quién?
Aquel pulóver, demasiado nuevo todavía,
debió olvidarlo el desamor en la casa del amor
y el amor levantarse un verano
decidido a deshacerse de todo,
de todo, repetiría para sí.
Imagino una historia para cada pieza:
lugar común que se recicla, pensamiento que ya previó
quien envía las telas, la vida entre las telas.
Para ti, amor mío, he buscado una blusa rumana
como la que pintó Matisse,
aunque no te afilies a la noción de reciclaje
que logra primar sobre ciertos poemas y personas:
algo que después de usar
no se pierde del todo



Dejando Las Vegas


Mi hermano conduce
un cadillac, un buick, un pontiac:
maquinarias que el sueño provee
y que varían con el sueño.

De cierta forma vela por mí:
muchacho que duerme en el asiento de atrás
abrazado a su bolsa de dinero,
es decir, abrazado a su suerte,
soñando como Jacob.

Se puede ser un gran jugador,
incluso con el lenguaje, con las convenciones
que dan inmutabilidad y sentido al lenguaje
o ciertos valores
derivados también del contrato social.

Es muy posible que lleguemos a tiempo:
carrera para apostar en las carreras:
Derby de Kentucky, Preakness Stakes, Belmont Stakes.

Extrañamente, las luces de esta ciudad
—espejismo no superado en el desierto—
son más intensas con la distancia.

Estamos dejando Las Vegas
de la única forma que pueden abandonarla
quienes nunca han ido,
quienes nunca irán

 
 


Sergio García Zamora. Poeta y editor. Licenciado en Letras por la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Ha publicado los poemarios Autorretrato sin abejas (Sed de Belleza, 2003), Tiempo de siega (Ávila, 2010), El afilador de tijeras (Sed de Belleza, 2010), Poda (Abril, 2011), El valle de Acor (Editorial Capiro, 2012), Día mambi (Ediciones Vigía, 2012), La violencia de las horas (Ediciones Matanzas, 2013) y Pabellón de caza / Shooting Lodge (Ediciones Sed de Belleza, 2013). Ha obtenido los premios Poesía de Primavera 2009, Mangle Rojo 2009, Calendario 2010, Digdora Alonso 2011, Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2012 y José Jacinto Milanés 2013. Poemas suyos aparecen en revistas de Honduras, Puerto Rico y Cuba. Es miembro de la AHS.