POESÍA CUBANA ACTUAL / No. 183

 
 

¡Absalón, Absalón!

                                               William Faulkner

 

                                               Y se encontró Absalón con los siervos de David;

                                               e iba Absalón sobre un asno que entró por debajo de las espesas ramas

                                               de una encina, y el joven quedó suspendido entre el cielo y la tierra.


                                               Segundo Libro de Samuel

 

                                               I
 

Absalón, Absalón, no merecías un asno.
El lomo impropio bajo el peso de tu carne.
Un asno, que ni siquiera supo encontrar en el bosque
el sendero de los iluminados. Torpeza animal
contra la sombra magnífica del príncipe.

No merecías las tupidas ramas de la encina.
Tu cabeza hermosa entre las bifurcaciones,
una visión imponente para los soldados que volvían
vencidos de las ciénagas a mirar el estremecimiento de su rey,
el aleteo del pájaro de fuego entre las ramas.

No merecías los dardos de Joab.
Dardos que hunden su filo en el pozo profundísimo del pecho.
Absalón, el más bello de los muchachos hebreos
no era más bello que tú. He ahí el verdadero peligro.
Los ojos codiciosos terminan derribando el fruto escogido
en la altitud del árbol. Terminan complaciéndose
en la cáscara perforada por hambrientos gusanos.
Absalón, merecías uno de esos corceles de bronce
que levantan los hombres al centro de sus plazas,
con cascos que hacen saltar chispas azules. ¿Acaso no prende
todo un bosque la olvidada brasa?
¿Acaso no serán consumidos por el fuego
los que se levantan contra el Hijo?

Absalón, merecías un manzano rodeado de vírgenes.
Doncellas que madrugan para untar sus pechos en los estanques
y luego queda el agua olorosa hasta la noche.
Doncellas que tras los rebaños
suelen atravesar los campos de trigo, y las espiga
al alcance de sus dedos se convierten en la promesa del varón.
Como el manzano entre los árboles silvestres,
así es mi amado entre los jóvenes.
Bajo la sombra del Deseado me senté,
y su fruto fue dulce a mi paladar.


Una encina era definitivamente demasiado grotesca
para sostener tu cabeza espléndida.

Absalón, merecías flores de nardo y alheña
arrojadas a la planicie de tu pecho.
Cántaros de bálsamo formando islas de deseo sobre tu piel.

Pero no. Los ojos codiciosos terminan derribando
el fruto escogido en la altitud del árbol.
Y tú, Absalón, dividiste el mundo con un trazo de fuego,
sembraste los campos de cizaña.
Eras la manzana de la discordia,
oscilando en la más elevada torre de Jerusalén.

Y eso, no podían perdonártelo nunca.

                                               II


                                              
Donde el poeta ansía liberarse de las espinosas ramas


Este sobresalto de ciudad sitiada
del que no logro desprenderme. Como un niño
que no consigue traspasar la membrana en el tiempo
del nacimiento. Espanta ver su rostro
                  en la cubeta de los ahogados.
Espejo donde las formas caprichosas
de la sangre devuelven mi propia imagen.

Hay un niño ahogado dentro de mí. El niño
que no pudo correr tras una llanta de bicicleta rusa
por los empedrados callejones de la infancia.
El niño que toca a una puerta bajo la frase Dios es amor
y recibe un golpe en la mejilla. Y no comprende.
Y busca otra puerta.

Yo me levanto de madrugada a escupir
una saliva amarga que dibuja sobre la tierra del patio
extrañas fosforescencias. A estas horas hay quien no duerme
numerando sus maldades ¿Las mías? Báscula de sangre el corazón,
suspendido en la catedral del tórax. En su jaula de hierro.
Hay quien escribe mi nombre y demora luego
con dolorosa caligrafía la palabra Perdido.
Hombres que regresan de vuelos de ultramar
y mientras reconocen su equipaje (instintivamente)
los sorprende el rótulo: Lost and found.
lost es una palabra en un extremo de la balanza
y yo en el otro. Equilibrio imposible.

Absalón, Absalón, también intento liberar mi cabeza
de las espinosas ramas, mientras en los sitios donde Dios
debía pasearse complacido hay quienes fraguan lanzas,
espadas, dardos… En la iglesia Dios y el diablo comparten adeptos.
Y es triste que cada vez sean más los anochecidos.
Precisamente allí, donde no se prende una luz para
ocultarla debajo del almud.
Todo el trigo cabe en apenas un banco, ha dicho el muchacho
que deja en las paredes la imagen de la desolación,
mientras crecen ilesos los huertos de cizaña.
Los que debían amarme, Absalón, afilan las puntas
de los dardos en el esmeril de sus almas.

                 No faltan las manos que azucen al asno extraviado.
No falta quien sustituya mientras duermes el brioso caballo
de carreras por el torpe animal.
La iglesia es el único ejército, Absalón, que remata a sus heridos.
Hunde hasta la raíz de la sangre el estilete finísimo y te pide
que sonrías y perdones.

No he podido siquiera, Absalón, dejarme crecer el cabello en paz.
¿Paz? Los hermanos de la Guerra se apellidan Paz. Todo es falso.
Pabellones alzados en los dominios del error.

Pero llegará el día, Absalón, amigo mío, cuando el Hijo
levante su brazo contra los de lengua hiriente.
Y una figura incorpórea escriba: Lost and found.
Ahora con un nuevo significado.
Quizás ese día, entre el fuego del desastre
y las escaramuzas de los anochecidos,
veamos elevarse indemne un gigantesco corcel de bronce,
como esos que levanta el hombre al centro de sus plazas.
 

 

 


Moisés Mayán Fernández. Poeta, narrador y editor. Licenciado en Historia. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Obtuvo mención en el Premio David de la uneac2007, así como el Premio de Poesía Ciudad del Che 2007, el premio especial de la Asociación Hermanos Saíz en la XXXI edición de la Jornada de Literatura y Artes Plásticas Regino E. Boti, el Premio de Cuento Batalla de Guisa 2009, el I Premio Internacional Gastón Baquero de Poesía, y el Premio de Poesía X Juegos Florales 2011. Tiene publicados los libros de poesía Fábula del cazador tardío (Ediciones La Luz, 2007), El monte de los transfigurados (Ediciones El Mar y La Montaña, 2009) y Cuando septiembre acabe (Ediciones La Luz, 2010). Muestras de su obra aparecen en numerosas antologías en Cuba y en el extranjero. Actualmente trabaja en Ediciones Holguín y es miembro de la AHS.