POESÍA DE ISRAEL/No. 182

 
Rafi Weichert
 
 

Dormida

Duermes, tu cabeza apoyada en mis rodillas
con la seguridad absoluta de los niños.
La luz centellea en la pantalla.
Las imágenes se suceden en silencio tejiendo
una con la siguiente
remotos acontecimientos.

Bajé la voz, para que no interfiriese
la realidad con el sueño.
Ahora debo permanecer en mi postura.
Cualquier movimiento te arrancaría
de esos fantásticos parajes
hacia los que has zarpado.

Quizás también discurran en tus sueños
visiones que tu tranquilo aliento no revela.
Percibo en un momento el delicado tiempo
que fluye y nos rodea,
se aleja de nuestros cuerpos
y se expande, como ondas.



El fin de la poesía


Últimamente me he encontrado con algunos poetas que me dieron a entender que se les había
acabado el estro. Uno escribe mini-relatos, el otro redacta algo así como un epistolario. Un
tercero dejó de escribir literatura. En cuanto a mí, se me dificulta el decidir si esta situación
comporta una amenaza de parálisis, una necesidad de aspirar versos molidos con un canuto que
se tapó y me asfixia o si trae una sensación de ilimitada libertad. Ya no resulta imperioso prestar
oído a aquellos ritmos que llegan desde lejanías y se aproximan lentamente hasta vestir la forma
del poema, a las palabras que comienzan a infiltrarse, al conjunto que acumula una suerte de
energía musical sobre el papel y adquiere significado, habla acerca de tu vida, de tu muerte
y de lo que has perdido y de las encrucijadas que atravesaste, errando tu camino.



Anticuarios

Las librerías viejas conservan aún su magia. Cuánta nostalgia en esos volúmenes, en esos
cuadernillos con los bordes romos, inhallables en otros sitios. Desde joven soy un adicto al
contacto del polvo, un enamorado del olor del papel, un fiel amante de los tomos que se
sumergieron en el tiempo sin ahogarse en él. Los mejores días de mi juventud transcurrieron en
espacios estrechos, mal iluminados, entre los estantes, trepado a escaleras, en descubrimientos
que me cortaban el aliento, a centímetros del techo. Hay locales cuyos dueños fallecieron.
Apareció una generación nueva que desconoce mis gustos, mis deseos. Pero esos amados huecos
permanecen, por breves horas, aún dispuestos para nuestras citas unilaterales. Lo que tienen
que hacer es sólo abrir la hoja chirriante de su puerta y permitir que desnude allí dentro mi
soledad, que miles de libros viejos no lograron aún amortiguar.



Poema acerca de la lengua


Me clavo una aguja en la lengua
y observo cómo sangra.
Ahora investigo el punto
en el que la sangre brota, cálida,
oscura flor purpúrea
en el blanco y áspero campo
de la lengua.



Poesía

Siempre que lo deseo
te imagino aquí en mi cuarto,
discutiendo acerca de aquel poema
o de aquel otro. El poder de la poesía
reside, dices, en que un hombre olvide
límites, sobrevuele fronteras.
La poesía, dices, es una fuerza
que te permite evocar a un hombre
mientras habla, sentado frente a ti.




Tumba de un poeta


Algunas palabras en la marmórea lápida,
líneas de tu poema.

Es ley antigua que el poeta
sea enterrado con sus versos.

Sobre la tumba un pájaro prosigue con su trino.
Ha anidado en la ciudad ingente de los muertos.

Lógica, carente de conciencia, la vida
borra a su paso la inexistencia próxima

y todo extrae su valor
de la contradicción de sus opuestos.

Así, ya el amor no es un acto incidental
y cesa la poesía su complacencia muda.
 

Traducciones de Gerardo Lewin


Rafi Weichert (Tel Aviv, 1964). Poeta, traductor y editor. Ha publicado ocho poemarios. Es considerado uno de los mejores traductores de poesía polaca contemporánea al hebreo. Es editor de Keshev Publishing House desde 1997, donde publica poesía hebrea actual, poesía en traducción al hebreo y ensayos. Dio clases de Literatura Hebrea y Escritura Creativa en la Universidad de Tel Aviv. En 2003 obtuvo el Premio del Primer Ministro de Poesía.