POESÍA DE ISRAEL/No. 182

 
Adí Assís
 
 

Sólo un poeta ciego

Sólo un poeta ciego
puede en verdad comparar
las pupilas con el sol.

Moja su pluma
en la oscuridad,
escribe en su diario:

Esta mañana decidí
robar el fuego de los ojos
de mi amada.

A la entrada de la cocina
me clavó su mirada.
Mis alas se derritieron.

Otra vez me conformé con ensalada y huevo frito.



Doné mi cuerpo a la oficina

La oficina me aguarda. La oficina
me abre los párpados y se alegra
al descubrir que aún estoy.
La oficina me roe las uñas
con la firme esperanza de que reaccione.

La oficina mide con un termómetro barato
la temperatura del formol
en que estoy sumergido.

La oficina considera
que tomando en cuenta mis datos
físicos y otros
soy capaz de más.
La oficina me exige
mucho más.

La oficina deposita
mi trasero
sobre una silla de tapizado roto.

La oficina expande mis dedos
a todo lo ancho
del teclado.

La oficina orienta
mi ojo
a la pantalla del computador.

La oficina dibuja un blanco sobre la pizarra
y da en él con mi cabeza.

La oficina me exige mucho más.

La oficina me fija al cuello
un collar de identificación,
me tapona la boca
con billetes de banco

La oficina me pega un rabo
para que pueda sacudirlo contento.
La oficina me manda a casa.

La oficina me exige mucho más.



Llamé a Dios

Grité Dios. Y no hay
Dios. Pero hubo
Dios porque yo exclamé
Dios. Y si no hubiera Dios
¿a quién
llamé? Y yo llamé. Grité
Dios. Y hubo, aun si por solo
un instante, y habrá. No
morirá. Todo el tiempo
que yo vuelva a gritar

Dios.




1.


No tienes carne
niño, eres sangre

que fluye entre las piernas
de tu madre
hacia el fondo de la taza.

Ni una de las inyecciones
de retención que apliqué
retuvo.

Del embarazo sólo te dejaste un bultito
en la nalga.

El especialista en abortos no sabe qué decir
mira de reojo
el vientre de su secretaria

nos receta otro examen
y escribe la cuenta.



8.

Oh
tú eres la madre la niña
que mece una cuna con palabras

nuestro amor
no se hace carne y tampoco
el espíritu santo

te ha fecundado,
ni en la noche del sábado,
no, en Navidad.

cenamos en un restorán mexicano
barato de Miami, bendecimos
la tortilla, el tequila, y nubes
que son
tus pañales
siempre secos.
 

Traducciones de Florinda F. Goldberg


Adí Assis (Tel Aviv, 1967). Ha publicado dos libros de poesía, Las armas de fuego (Helikon, 2009) y Niño (Helikon, 2013). Este último obtuvo el Premio Nathan Ionathan de la Sociedad Israelí de Autores y Músicos a manuscritos inéditos en 2011. También obtuvo el Premio de Poesía Teva en el Festival de Poetas de Metula, 2013. En 2004 obtuvo el primer premio en el concurso de cuentos del diario Haaretz. Sus poemas han sido traducidos al inglés y al turco. Es director artístico del Festival Internacional de Poesía Shaar.