ENSAYO/No. 181


 

Aforística



Hiram Barrios

 

Quien es capaz de escribir aforismos no debería fragmentarse en ensayos.

Kraus




1. Nada más provocador e insolente que un buen aforismo.


(Proverbio, máxima, refrán o sentencia son afines porque guardan un mismo saber: el popular. “No engendra odio el corazón; engendra odio la lengua.” La conseja de este proverbio sumerio encuentra parangón en cualquier tradición oral, antigua o contemporánea. Así, por ejemplo, en los proverbios bíblicos atribuidos a Salomón: “El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de la angustia.” El mismo consejo puede hallarse en la cultura árabe. En el Kalila wa-Dimna: “La palabra lanzada por el arco de la lengua, al llegar al corazón penetra hondamente y no se arranca jamás”. En las “kenningar” islandesas, hacia el primer siglo de nuestra era, encontramos aquella misma lección de vida: “Espada de la boca, remo de la boca: la lengua.”

“Para mal hablar más vale callar” reza un refrán español que recupera ese saber ancestral que ya los sumerios exhortaban: cuida tus palabras —o, como se dice en México: “En boca cerrada, no entran moscas.” Civilizaciones distantes, con sistemas de valores ajenos, aconsejan conductas basadas en preceptos morales con un mismo sustento. El aforismo, por el contrario, es una suerte de antiproverbio. Las sentencias populares se erigen en los límites de la parábola; el aforismo objeta, critica, trasciende la enseñanza: sabotea la moraleja. Uno de Mark Twain ilustra las afinidades y diferencias: “Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido, que abrirla y disipar toda duda.”

La sabiduría popular del proverbio, de la máxima o el adagio es solemne, muchas veces grandilocuente y carece de intenciones humorísticas; el aforismo, por el contrario, hace con el lenguaje una fiesta, se burla de las cosas serias, las ridiculiza, las parodia.)



2. El aforismo no busca educar. Por eso es tan aleccionador.

(A veces un aforismo resulta más convincente y persuasivo que una extensa reflexión sistemática y ordenada. Ya lo dijo Gabriel Zaid: “No hay ensayo más breve que un aforismo”, aunque esta vinculación sea sólo una apariencia. El aforismo juega a ser ensayo pero no lo consigue y esto se debe a la brevedad que privilegia. No tiene tiempo para argumentar, pero parece que lo hace. Según Guido Almansi, “es un género mentiroso que tiene la virtud de la aristocracia: no teme equivocarse. De hecho, se equivoca siempre: se acerca a una verdad absoluta y después la falsea por exceso de arrogancia y perentoriedad, pero en eso está su grandeza”. Es por eso el arma principal de una filosofía portátil. Una filosofía cómoda, manejable al antojo, llevadera: una filosofía propia de cierta aristocracia del pensamiento. El aforismo y el discurso filosófico tienen muchas cosas en común: si algo enseña el aforismo es a dudar de las enseñanzas y eso es lo que ha hecho la filosofía desde su origen.)



3. El aforismo no es un género literario, es un género libertario.

(Nada mejor para liberar el pensamiento que intentar un aforismo. Género privado de grilletes formales, no lo constriñen reglas que precisen o delimiten, a diferencia de la poesía, del haikú o del epigrama. Colinda con el poema en prosa y con la minificción, la descripción o la narración trazan sus fronteras respectivas. En él caben el diálogo, la disquisición, las conclusiones personales, las notas sueltas, la imagen poética, el monólogo interno, la proclama o el manifiesto, las reflexiones angustiosas o paródicas, incluso la anécdota, la adivinanza o el chiste: es esencialmente producto de la hibridación.)



4. Como las islas, el aforismo vive separado del mundo. Le precede el silencio y éste mismo sobreviene tras la lectura.

(Juan Villoro clasifica a los aforistas en dos grupos primordiales: los que escriben deliberadamente con la intención de que esas frases funcionen sueltas y los que sumergen esas frases en textos más amplios, para que sean entresacadas por algún lector. El Diccionario antológico del aforismo de Irma Munguía Zatarain y Gilda Rocha Romero sigue la misma idea: no sólo recopila el quehacer creativo de aforistas de oficio —Lichtenberg, Kraus, Lec o Cioran—, también ofrece una copiosa selección de frases extraídas de la narrativa, el ensayo o la poesía. Frases que, según las antólogas, cumplen con los requisitos para considerarse aforismos: autonomía de la idea, brevedad y concisión. Aunque son quizá muchos más los ejemplos que pudieran extraerse del segundo grupo, habría que centrarse en el aforismo que nace y se presenta deliberadamente como una frase que ha de funcionar suelta. A las demás habría que considerarlas como citas, aun con la supuesta independencia que pudiesen desplegar.

Distinguir el aforismo de la citación permite apreciar las sencilleces, las dificultades, las limitaciones y los alcances del género. La cita depende de un contexto que no se puede soslayar: “Decir que el arte es todo aquello que el artista considera como tal equivale a mitificar al artista” —escribe Jorge Juanes—. La frase anterior podría ser tomada como un aforismo pero eludir el contexto en el que nace es cercenar el mensaje con el que fue concebida. Sólo al integrarla al cuerpo del que se extrajo se puede comprender su relativa independencia: “Decir que el arte es todo aquello que el artista considera como tal equivale a mitificar al artista. Así entonces el ready-made puede servir para desmitificar o para recalcar la excepcionalidad del artista y sus propuestas…”. La cita en cuestión pertenece al libro Marcel Duchamp, itinerario de un desconocido y refiere, como se ve, a una propuesta del artista francés. Apenas expuesta sólo la parte inmediata que continúa en el texto y la supuesta autonomía de la cita se desvanece. Algo similar ocurre en toda citación. Parafraseando a Juanes: decir que el aforismo es toda frase breve, concisa y autónoma equivale a falsear el género. Confundir la citación con el aforismo es uno de los escollos más comunes en los estudios del aforismo en México. Si no se toma en consideración la necesidad del aislamiento textual se corre el riesgo de incluir como aforistas a decenas de escritores y pensadores que nunca quisieron expresar ideas fragmentarias. El recorte del discurso sólo mutilaría el sentido que tenía originalmente.)



5. Un puñado de palabras puede ser más estimulante que un tratado de psicología, sociología o ética.

(Gesualdo Bufalino indica que ocho palabras son todo lo que se necesita para un aforismo bien hecho: “Un aforisma benfatto sta tutto in otto parole.” Acaso el número sea un buen promedio para algunas lenguas romances, como el español:

 

La gasolina es el incienso de la civilización.
                                                            Ramón Gómez de la Serna.

No tomarse en serio es algo muy serio.
                                                            Eduardo Césarman.

Todas las grandes ideas fueron plagiadas con anticipación.
                                                            Sergio Golwarz.

Sólo logra satisfacernos lo que no sabríamos planear.
                                                            Nicolás Gómez Dávila.


Se trata de un número un tanto arbitrario —siete palabras tiene el “Dinosaurio” de Monterroso, que por décadas ostentó el título del más corto. Pero en otras lenguas también se cumple la observación:

 

Meinungen sind Kontagiös; der Gendake iste in Miasma.
[Las opiniones son contagiosas; el pensamiento es un miasma.]
                                                                     Karl Kraus.

Vecchiaia: tutto diventa lontano, anche la stanza accanto.
[Vejez: todo resulta lejano, hasta el cuarto de al lado.]
                                                                     Carlo Gragnani.

Good poems resolve emotions; bad ones provoke them.
[Los buenos poemas resuelven emociones; los malos las provocan.]
                                                                     Peter Robinson. 

Le poète trouve d’abord. Il cherche ensuite.

[El poeta se encuentra primero. Entonces busca.]
                                                                     Alain Bosquet.

 

Decir mucho con pocas palabras no es tarea sencilla. “El aforismo —escribe Raúl Aceves— es un género breve, pero no menor”. “La brevedad —define Guillermo Samperio— es una jirafa enana.” Pequeña, sí, pero de gran alcance. José Bergamín va más lejos al afirmar que “El aforismo no es breve, es inconmensurable”. Todo puede estar en ocho palabras, diez, doce: en un puñado.)



6. Los aforistas, como los vinos, mejoran con los años.

(El arte de la síntesis demanda maestría en la práctica de la escritura, experiencia de vida e ingenio. Javier Perucho lo cataloga como “un género de la madurez vital, intelectual y expresiva” y señala que “casi ningún escritor imberbe ha publicado aforismos, hasta ahora, en la historia literaria”. Los practicantes del aforismo son escritores, filósofos o agudos pensadores ya entrados en años. En México, Mariana Frenk-Westheim escribió sus aforismos cuando rebasaba los noventa años, al igual que Luis Herrera de la Fuente; Sergio Golwarz y Eduardo Césarman lo hicieron alrededor de los cincuenta; Leonardo Rosenberg, Salvador Elizondo, Sergio Cordero o Armando González Torres entre la tercera y cuarta década de sus vidas, ya con una considerable trayectoria en las letras. Hay una coincidencia semejante entre algunos aforistas europeos: Carlo Gragniani escribió su primer libro de aforismos a los setenta y nueve años; el polaco Stanislaw Jerzy Lec, contemporáneo de Gragniani, a los cuarenta y ocho años; Robert Sabatier, a los setenta y siete y Roger Judrin después de los sesenta. No es un género privativo de la madurez, pero encuentra en ella el campo más fértil para su cultivo).
 


Hiram Barrios (Ciudad de México, 1983). Es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Ha publicado cuentos, poemas y ensayos en las revistas La línea del cosmonauta, Arca, Clarimonda, El universo del Búho, Logógrafo, Revista Tertulia, Punto en línea, Periódico de poesía, Cuadrivio y Tierra adentro. Escribe en la columna “Contra el olvido” del blog de la revista Cuadrivio. Traduce poemas y aforismos del italiano.