POESÍA PUERTORRIQUEÑA ACTUAL/No. 179


 

Margarita Pintado

Bayamón, 1981

 


Todo el fuego

No se sabe bien, pero estos días parece que todo sigue la ruta

         del fuego. Pero ese muro blanco frente a la ventana dice
         que no. Porque la nieve arrecia. Porque el sol sólo sale
         para derretir el hielo. Pero por las noches, en mis sueños,
         es el fuego. Comiéndoselo todo, arañando hasta las uñas
         de los gatos más oscuros. Montañas en llamas, y un
         cansancio viejo. Yo, pequeña y flaca, temblando ojos
         rojos.

“Un hombre le prendió fuego a la familia, a la mamá, al papá,
         a los sobrinos.”
La voz de mi madre desde el otro lado del teléfono anuncia sus
         desgracias.

Fuego adentro. Fuego afuera.

La imagen afiebrada moja la almohada. Todo lo que leo,
en las noticias, o en mis libros, me remite al fuego.

No sé cómo no me acabo de quemar.

                                                                                               De Ficción de venado




Ahorcados

En el aeropuerto de Miami una señora habla de una niña
ahorcada. La mujer narra, acalorada, cómo el padre se subió
a un árbol y la colgó: “la ahorcó a ella primero, y luego se
colgó él también.” La aclaración, aunque innecesaria, corrobora
una sorpresa. Y un dolor. La niña tenía 4 años. El padre tenía
unos pocos más. Es que el amor a veces odia. Y se cubren los
campos con un rojo que daña camisitas, y zapatos. Y es todo
tan pequeño, y todo sufre tanto, y entramos todos, agarrados
de invisibles manos, en una sordera del tiempo que golpea
tu puerta como un hombre en enojos. Su carita muerta
de miedo, hundida detrás de una noche, que sola y vacía,
nos escolta. Pero la niña no está sola.
Su padre, que es todo amor, la acompaña.

Sentada en el avión. Miro por la ventana y pienso en ti,
         muchacho de ojos grises.
Muchacho que nunca ahorcarás a nadie.
Al fondo suena una melodía de Erik Satie que tú solías tocar.
Agradezco en voz baja a la aerolínea por su buen gusto.
Pero ahora la voz de la señora y la historia de la pequeña
ahorcada bailan, como suaves notas robadas de un piano.
Yo, aunque peleo con la imagen, sigo viendo su cuerpo,
pequeño y frío, colgando de un árbol.

Como un poema.

                                                                                               De Ficción de venado



Montaje

                                                                             Esta estúpida forma que puede tener la vida, si fuera que, desde
                                                                             una ventana, un viejo como yo pudiera contemplarla.
                                                                                                                                         Lorenzo García Vega


Erogando trizas donde gotas de lo variopinto
Me siento, como él, frente a la ventana. 11:45 de la mañana.
Es un día de hojas inmóviles. Unos pájaros cantan, como
siempre, sus canciones de pájaros. Ya lo he dicho en alguna
parte de este libro, que todos ustedes han querido ser pájaros.
Entonces, trina la mañana delante de mis ojos. La luz y su
eterno picoteo, dibujando ínfimas penumbras en la pared
de la sala.

                                        ***

Agosto. La mujer de la televisión habla de un posible sistema.
Los meteorólogos y sus palabras. Parece que estamos bajo
amenaza de huracán. Pero, repito, ni una hoja se mueve.

Ni aún cuando esas gotas anchas caen, disparejas, en el patio
de mi casa. Entonces me lo imagino, sosteniendo su bastón,
diciendo que cae, invariablemente, un aguacero que no cree
en nadie. Pero llueve que es un contento. Eso diría él,
mientras promulga, frente a la ventana, su absurda fe por unos
triángulos.

                                        ***

Tomar agua no es una actividad transcendental, pero cuando
una ha decidido inmovilizarse delante de una ventana para
presenciar de lleno lo espeso de un aguacero, tomarse un vaso
de agua adquiere cierto relieve. Ya lo dijo él, que una cosa
pequeña, y una cosa pequeña puede tocar otra cosa pequeña.

                                        ***

¿Cuáles son las piezas de mi vida? Me pregunto casi por reflejo.
Converso con él, como cuando jugábamos ping-pong, pero
ahora no espero ninguna respuesta. Me pregunto, entonces,
para afirmar una extraña vocación de culpa y de soledad.
Las preguntas y sus desvíos.

                                        ***

Las piezas de mi vida. El perro con el que crecí se llamaba
Llavero. Se le cayeron las caderas. Llavero, el eterno moribundo,
tuvo que ver cómo yo comencé a hacer amistad con otro perro
más joven y más hermoso. Mi primera traición. Llavero
mirándome de lejos, tumbado en la marquesina de mi casa
deseando ser aquel perrito saltarín.

Es sabido que los niños son muy crueles.

                                        ***

Escampa. Salen esos colores chillones que mi madre siempre
celebra. Unos colores que no existen. Un naranja que no es
naranja, mezclado con un rosa que tampoco es rosa.
Púrpura.
El cielo y sus mentiras.


                                                                                               De Ficción de venado

 


Margarita Pintado. Poeta y ensayista. Se graduó en Comunicación Pública por la Universidad de Puerto Rico en 2004. Obtuvo su maestría y doctorado en Literatura y Lenguas Romances por la Universidad de Emory, en Atlanta. Sus textos han aparecido en distintas revistas impresas y  electrónicas de Puerto Rico, Cuba, México y Estados Unidos. Escribe para el blog El Roommate, colectivo de lectores. Participó en la antología editada por Mayra Santos Febres, Cuentos de oficio (Terranova, 2005). Actualmente trabaja un libro sobre la obra y vida de Lorenzo García Vega. Su primer libro, Ficción de venado, fue publicado en 2012 por la editorial La Secta de los Perros.