EDITORIAL/No. 176


 

Chile y México comparten, por razones varias, múltiples vínculos literarios. En la poesía, los acercamientos entre las nuevas generaciones han sido amplios, en forma de encuentros realizados en ambos países y reiterados enlaces electrónicos a través de blogs y páginas web dedicadas al tema. En cuanto a la narrativa reciente la cercanía ha sido menor, y me atrevería a afirmar que ésta se ha mantenido algo distante de los lectores mexicanos. Como lo hacemos año con año, aprovechamos la ocasión para ofrecer un botón de muestra de la producción literaria del país invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en este caso, Chile.

La selección ha sido preparada por el narrador y editor Emilio Gordillo, con quien nos puso en contacto el escritor chileno Alejandro Zambra. Gordillo optó por un grupo de autores poco conocidos en México, pero con una obra solvente que los respalda. Ha incluido a dos nacidos en la década de los años sesenta (Cynthia Rimsky y Yuri Pérez), cuya escritura tiene mucho que ver con la de sus sucesores cronológicos; sintetiza en su presentación el recorrido de la narrativa chilena a partir de la “transición a la democracia”, y pone el dedo en el asunto de las editoriales independientes como pilar de ese tránsito literario y como espacio que comparten en algún momento los autores elegidos por él para esta muestra. Evidentemente, hay ausencias asumidas por el antólogo, pero esta selección es un claro muestrario de los caminos de la narrativa chilena actual.

A propósito de su decisión de ampliar el margen generacional solicitado por esta revista (a partir de la década del setenta), Gordillo afirma que “entre los nacidos en los sesenta y los noventa creo ver una marca que no tiene nada que ver con la insistencia académica de la división generacional. Esa marca […] es la multiplicidad de discursos y formas con que se ha respondido a las resacas de la neoliberalización extrema que ha sufrido Chile en los últimos veinte años.” Los casos elegidos por Gordillo sostienen su argumento anti-generacional (en el sentido de la convención que restringe entre doce y quince años a una generación): “Mi impresión es que en la escritura y en su actitud de representación, Mellado, Yuri Pérez y Rimsky son, incluso, más jóvenes que los jóvenes antologados acá.” No puedo respaldar tal afirmación pues no conozco el grueso de la obra de estos autores, pero sí puedo decir que los textos presentados en este número —en su mayoría inéditos— tienen un carácter de unidad que va más allá de los límites cronológicos.

En consecuencia, Gordillo acomoda el material no con base en las edades sino más bien en el ritmo de lectura. Así, va hilando fino y abre con un fantástico fragmento de Marcelo Mellado, en el Árbol Genealógico, que da la tónica de la muestra por venir: desparpajado, delirante, vertiginoso, corrosivo. Luego de su presentación, empieza con el ayer: un fragmento de Space invaders, novela de Nona Fernández que toca la infancia vivida en la dictadura pinochetista, y “Patria automática”, cuento de Álvaro Bisama que narra la creación de un ejército de autómatas que respaldaría el regreso del libertador O’Higgins. Luego, Cynthia Rimsky nos hace voyeurs al atisbar con la protagonista por las ventanas que rodean su departamento. El vértigo se retoma en “Si me llevas a Guadalajara dejo de comer lácteos”, cuento de Claudia Apablaza; de ahí, pasamos al desgarro sin concesiones de Cristobal Gaete en su fragmento de la novela Valpore, al tono críptico de Matías Celedón y a la dilución de las fronteras de género en Felipe Becerra. Llegados a este punto, el antólogo nos saca de la introspección con un fragmento de Mentirosa, de Yuri Pérez, con quien recorremos visiones del mundo antagónicas en las voces imbricadas de dos hermanas, y cierra con la arriesgada estructura de “Un retrato lineal”, cuento de Maori Pérez.

El número publica también reseñas a dos de los autores incluidos, a cargo de Ana Negri y Eugenio Santangelo. La parte gráfica corre a cuenta de Estudio Navaja, colectivo de diseño integrado por Nicolás Sagredo, Pablo Jara Zenteno y Jko Contreras, quienes trabajan al alimón entre Quilpué, Chile, y Valencia, España (www.navaja.org), y prepararon la serie de collages y gráficas digitales que acompañan armónicamente, en concepto y factura, a los textos.

Para cerrar este comentario, dejo a los lectores la afirmación que me ronda y que da título a la presentación de esta selección de autores: al hablar de literatura chilena, “nada es seguro”.

Carmina Estrada