EL RESEÑARIO/No. 174


 

Liber Scivias, de Claudia Posadas



Arlette Luévano




arlette-luevano.jpgLiber Scivias
Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2009
Consejo Estatal Para la Cultura y las Artes de Chiapas
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 2011


Claudia Posadas invita a “Conocer los caminos”. Es un texto de múltiples significaciones alimentado por una tradición de corte alquímico, filosófico y hermético, con momentos de una lucidez espléndida. Siguiendo las direcciones o capítulos que marca el libro, que son las tres vías de la mística cristiana: vía purgativa, vía iluminativa, vía unitiva. Comparto algunas de mis impresiones:


Purgatio

En el principio fue el caos. En el principio fue el verbo. La semilla dolorida.

I. El primer gran acto de Liber Scivias es la invocación, la fórmula que nombra y genera la existencia.

II. Después, el reconocimiento, la revelación, una pausa al reconocer la imagen detrás de la sábana que lo ocultaba.

III.La magia. No. La fantasía; seguir el camino amarillo, construir un castillo, el castillo interior o castillo del alma de Teresa de Ávila. Usted está aquí, dice Claudia para Claudia; cuando la sombra aparece ella no se inmuta, viaja por el mejor camino posible, el que ella construye.

IV. Introspección. El origen desde el propio nombre. Sólo conocerse después de haber descubierto la posibilidad del camino.

V. Descubrir que el viaje se hace en compañía, que otros lo han emprendido o lo harán.

VI. La mancha en la estirpe, los fantasmas comunes.

VII. El sometimiento a la sentencia previa. Drenar el dolor anterior y la anticipación. La verdad que se manifiesta como la arena que acompaña al agua cuando se rompe la presa.

VIII. Crear el mundo y después maravillarse de lo que el mundo devuelve al creador. Hacer el camino y perderse en sus bifurcaciones. Descansar al octavo día ¿o a la primera noche? Decir, yo soy la luz. Pero, ¿qué se deja en el camino? ¿Qué se pierde? Hay una duda todavía, o parece. Se duda, sí, pero no se detiene la búsqueda.

IX. Dudar también de la palabra. Del contenido de los símbolos. Buscar la verdad. ¿Qué busca la poesía sino la verdad?

X. La oración como soliloquio. Tratar de adivinar la fuente por el murmullo del río.

XI. Invocar por siempre. Cerrar los ojos y sentir la presencia de quien ilumina el camino que se habita.

XII. Después de construido el escenario, crear el propio personaje y asomarse al espejo, tocarlo con la punta de los dedos y ver cómo tiembla la imagen.


Iluminatio

I. Descubrir el alma en eso que se percibe.

II. Encontrar la voz insuficiente. La propia lengua. Alabar la grandeza del silencio.

III. También, las presencias no visibles. El camino que se estrecha con la hondura de su frío.

IV. Y sucede que en el camino se encuentran tesoros. Pequeños objetos que nos mantienen adheridos a la tierra.

V. Mover el tiempo es también una forma de andar. Trastocar las horas con el deseo de dejarse caer ante el vacío.

VI. Asomarse a la infancia. Mirarla de lejos y conmoverse.

VII. Saber que antes que iluminados estamos benditos. Que no se ha creado nada sino por una voluntad distinta a la nuestra.

VIII. No hay salvación ni retorno. Fugacidad. Vuelo. Espiral.

IX. Ojo vigilante. Pasos bajo intervención.

X. No es una bitácora de viaje. Es las mil y una noches. Claudia le cuenta a Claudia lo que sucede en el mundo, en el que ya no se cuestiona quién y cómo lo creó, sino la forma en que se está en él.

XI. Parecería que no hay nada oculto. La luz a veces es tan fuerte, tan blanca, que oculta o engaña a la vista. No se ve, pero se siente lo perdido. Pero estamos en caminos circulares.

XII. La furia como precisión en las palabras, contundencia del ritmo. Arrasando como una guerra interna.

XIII. De nuevo el orden, primero el olvido.

XIV. De sombras y de lentitud. Las honduras de la espiral.

XV. Sobre la hoja blanca no se ve el borrón, pero la hoja recuerda lo que ha sido borrado y recibe los trazos nuevos.

XVI. Confirmar la vocación. La pequeña alegría del camino. La imposibilidad de renunciar.

XVII. Rendirse sí, ante la grandeza. Algo más grande que uno, algo sagrado y benévolo. Un lugar de reconversión.

XVIII. Y entonces todo puede asumirse de forma distinta.

XIX. Por fin decir silencio y el silencio aparezca sin más.

XX. Un deseo que ha sido concedido. La purificación. El tiempo pasado como una joya. De nuevo, algo que puede tomarse con la mano para seguir andando.

XXI. Otros han soñado lo mismo. Eso es la iluminación. Encontrarse con los otros.


Unio

Es la historia de la civilización. Es un libro de conocimiento y advertencia. Es una guía. Una invitación.

I. Hablar a quien quiera y pueda escuchar. Mapa del viaje. Ser faro.

II. Un secreto que se hereda. Sabes que es un secreto. Pero ya no lo es. Ya lo sabes. Al mismo tiempo no. Lo que sabes es el aliento del otro en tu oído.

III. Esta caja se va cerrando lentamente. Algo va ganando mientras la oscuridad se restablece en su interior. Una callada calma. Una quieta sabiduría.

IV. Un ser mitológico que te sonríe y no sabes qué oculta su sonrisa, si una advertencia o un engaño. No poder hacer otra cosa que lo que ya se ha empezado.

V. Llegar finalmente al último santuario.

VI. Reconocer. Confundir la memoria. Vértigo del viaje.

VII. Descifrar y agradecer el camino. Una alabanza.

VIII. Despertar de un sueño. Un sueño de castillos y seres fantásticos. Te acercas a mirar por la ventana. Ahí estás, de niño, jugando.

IX. Y salir a la calle. Encontrar una rosa y ver que es la misma rosa de tu sueño. Como quien descubre la luz en el centro de su pecho.

Así es como seguí yo Liber Scivias. Cada uno encontrará su propia forma de leerlo. Yo misma encontraré otra manera, porque es uno de esos libros que no pueden abandonarse.


Arlette Luévano (Aguascalientes, Aguascalientes, 1976). Estudió la maestría en Derecho Constitucional y Amparo en la Universidad Iberoamericana. Desde 1997 dirige el suplemento cultural Ananke. Actualmente es miembro del comité editorial de la revista Parteaguas. Con el libro Casa en ruinas obtuvo el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2006.