DIEZ POETAS DE GUERRERO/No. 173


 

Brenda Ríos06-rios.jpg



Acapulco, 1975



La construcción

Los obreros hacen una casa.
empiezan por un cuadro que demarca
y bastidores de madera.

miden, acomodan los tabiques,
las tablas cortadas mismo ancho y largo

los obreros sin camisa sudan
cada músculo. tienen los brazos tatuados

estómagos fuertes

para dormir a resguardo
para soportar golpes
para comer con ansia

no hacen pausas en el día
van vienen cargando cosas
carretillas de material
van vienen ellos
forzando los brazos las manos

sin mirar a los lados
concentrados en la faena

la casa estará en el mar

hacen una casa
no la imaginaron pero la hacen con manos y pies
y bocas que resoplan

sus cuerpos enteros hacen una casa
con horizonte y cocina
terraza
sala de estar
dos habitaciones

ellos son cuatro.
uno por cada pared
que hará salir del piso la casa, una planta salvaje.

rios-01.jpg

El pastel


el pastel es cremoso
verde
hecho a base de té

el tenedor se hunde sin ninguna violencia
como si entrara al mar

tan entregado que espanta
sin mirar atrás
sin pensar de otro modo

sabe a jardín lejano
o árbol que comienza

sabe a pasto
sabe a verde
entre los dientes

sabe a todo lo que recordamos es verde
la noche es verde
o agua de piscina
escurriendo de la boca

recién llegamos al mundo
pancartas de bienvenidos en la entrada
los brazos extendidos
nosotros, los hijos de alguien,
y la casa es aquí
donde no habíamos estado


a


Adentro,

sin ver nada más
está el ojo que cierra su inglesa marquesita
no hay carruajes de cortinas de seda
el ojo descansa olvidando estremecerse de miedo y de hambre.

Detrás de cinco cerrojos ha tirado la llave por la puerta de la noche:
se evade en pensamiento, en forma.
El ojo es una tumba. Se cierra en el desconcierto intermitente de una muerte a
    medias, una muerte viva, una muerte que gotea su perfume sobre la mejilla
    ardiente.

El erizo duerme con todos sus ojos encogidos, y se aburre en el sueño libre de
    espinas, tan abierto que parece una planicie, un desierto oscuro, un océano.

Adentro, el otro ojo respira y se expande.
No enloquece.
Explora.

Anuncia.

Declara que no tiene palabras en el estrado.
Se mete bajo la cama y disimula.
Estos arrebatos son domésticos. Carentes de intelecto: arrebatos sin armonía
    elevada.


b


Sumida en esta humedad pregunto:
¿dónde se han ido todos?
¿A qué compuerta fueron a dar las histéricas gaviotas?

o

los pasos
de
los amantes que saltan la mañana
—antes del desayuno para nadie—.

húmedamente palidezco
nadie puede acostumbrarse a esta soledad a ciegas

o

los navíos acaban de atracar la plaza cívica
llegamos al extremo: sin mar en la ciudad abordamos

lloramos todos tanta humedad absurda, por las paredes de los edificios lloramos,
es una humedad quieta, fortalecida
en su goteo enverdecido como una montaña que nace y se encabrita
de golpe

o

los pájaros chillan y después de mucho la gente —la masa compacta que hace
    gente a la gente— halla sublime los chillidos del alba,
y habitamos

o

extrañamos
empobrecidos

las láminas del pan de antes de todo, la harina blanca, el aceite, la sal, el horno
    esperando la materia.


Llegan hasta acá los estremecimientos de agua

cae la luna deslavada pero el pleno sol no puede con tanta celosía de agua por
    todas partes

es un augurio

de qué

no sabemos

empobrecidos

este día este día revienta


Brenda Ríos. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas 2003-2004 y del programa Jóvenes Creadores del Fonca 2009-2010. Ha publicado ensayos y poemas en las revistas Guardagujas, Metapolítica, La cabeza del Moro, Este País, Luna Zeta, Luvina, Bien Común y Fractal, así como en la revistas electrónicas Letralia y Replicante. Pueden leerse ensayos suyos en <cuentoenred. xoc.uam.mx>, revista electrónica de teoría de la ficción breve. Ha publicado el libro Del amor y otras cosas que se gastan por el uso. Ironía y silencio en la narrativa de Clarice Lispector (FETA, F,L,M, 2005).