DIEZ POETAS DE GUERRERO/No. 173


 

11-arestegui.jpgEmiliano Aréstegui 



Cuajinicuilapa, 1982



LA CIUDAD es dueña de sus muertos
Y hace con ellos lo que quiere
Los vuelve papalotes que vuelan noche entera
Los vuela en zanates que anidan los ojos de los niños
Los deja en poemas quietos que no resuelve      los arrulla en frío
O no los deja cobijar siquiera
El suelo en que se mueren 

En la ciudad anda mi miedo
Solo y sin nadie a quien sorprenda
Se espantó a los tres meses que vinimos
Ahora ando con los ojos abiertos
Y la mirada empañada
He dejado de hablarle a mis manos
De comerme el pan a cachitos 
de mirar las ventanas    de quedarme así
Na’más    mirando las muchachas

El pueblo que traía yo dentro
Se quedó sin techo
Y ya no canta la putita de su plaza
Ni huele en mí     a pan a las seis de la tarde
No hay pozole    no hay arañas    no hay hormigas
No hay jamaica que pinte el horizonte   ni anda en coco en el olor de las mujeres
Aquí El mar y el cielo son sólo un bolero

Es la ciudad la noche entera
En ella van y vienen mis naufragios
Y puedo si no me ladra el tiempo encima
Colgar mis piernas en los puentes
Y ver la serpiente de luces emplumada
De todos los que van a donde vayan

Puedo tumbarme de espaldas y sentir cómo la serpiente ronronea
Y guardar el secreto
De que la ciudad es cierto
Robó una galaxia para alumbrar sus casas

La calle explota en cristales a golpe de grito
Y en los lentes de Ana escurre todo lo que pasa
Ella mira y sonríe     ella conoce dice que sabe
Vendió sus primeros besos a automovilistas insaciables
Sólo para comerse las luces y el ámbar al ocaso
Para untar su piel con vino y vinagre
Por eso tiene los ojos agrietados
Y la mancha eléctrica de los semáforos le escurre entre los labios
Ella tiene en el neón un león herido
Y un pájaro rojo le escurre en roja la voz en la garganta

Ana bien podría llamarse María Garibaldi
Pero se llama Ana y Lucía y Carmen
Nunca Lupe nunca María nunca Lucero
Dice y escupe gente y la gente corre al metro
Y escupe gente y la gente corre al micro
Y escupe gente y escupe gente y la gente corre y corre

La ciudad se vistió de travesti
Parece un guerrero a punto de aventar su peto
Tiene los pezones duros y se los lame el viento
Está ahí acariciando a la serpiente
No hay éter pero hay solvente
y un soplo de aguarrás en el paisaje 

Él prefiere que lo llamen ella
                                Ella luces de avenida 

No me fui del pueblo
Me trajo la muerte
O el hambre
Que es la muerte que los vivos sienten
No me fui del pueblo
Allá de andar      aquí soy ausente

La ciudad no se acaba
Se hace infinita     corta los pasos
Miga los sueños
Y sus bluses      se vuelven cardenales en el cuerpo

En la ciudad
Me di cuenta
Puedo lamer mi voz
Pero no la palabra.




Ahora sólo tengo una mochila y otra vez una libreta nueva

I

Tengo una mochila y otra vez una libreta nueva
Tengo hambre y la ciudad me quita la comida de la boca
Tengo frío y se me echa húmeda y me lame la carne y los oídos
Tuve ganas de largarme        
Me fui del mar y en tráfico me trae las olas

II

Busco a alguien
Camino como buscando a alguien
Como si alguien existiera
Y ahí está Jazz          y en ella estallaré
Por un poco de mezcal nos vamos a su cuarto
Dentro de su cuarto en ella entro
Está muy cansada    o sola    o triste
No me pide que me vaya
Le meto la nariz entre las nalgas
Me duermo
Me duermo arrullado en su halitosis. 

III

—Habito una ciudad
Que se cubre de escarabajos
Donde las mujeres matan
Donde los hombres matan
Y las niñas desaparecen
(Dicen los que dicen que desaparecen)
Pero ellas están en Otro lado
Aquí los viejos    sé y no sé por qué
Son capaces de morderte el cuello si pasas a su lado— le dije 
Jazz dijo algo de mariposas
Algo de luces y empezó un ambage.

IV

Un torton chocó contra una camioneta repleta de pollos
Los autos siguieron pasando
                          Y la calle se llenó de huesos
                                      Se llenó de vísceras
                                               De plumas y de carne
Los perros eran ángeles
Y los ángeles bebían la herrumbre
Y yo    que nunca pienso en los abuelos

                                           pensé en Quetzalcóatl.
V

No dejamos de mirar
Estábamos borrachos
Sorprendidos
Ninguno abrió la boca para decir nada
El silencio fue aullado en metal
Y ni el ruido de las máquinas pudo legrarlo.

 

Emiliano Aréstegui. Obtuvo el segundo lugar en el certamen de cuento Sergio Pitol 2010, convocado por la Universidad Veracruzana. Ha colaborado en talleres con Guillermo Samperio, en el CNA, con Eusebio Ruvalcaba y con Alberto Chimal en la SOGEM; actualmente estudia creación literaria en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y colabora en la compañía de teatro popular bajo la dirección de Rodolfo Alcaraz. Los poemas “Malinche” y “Ahora sólo tengo una libreta nueva” fueron seleccionados para la antología de Hugo Hiriart Cada chango a su mecate (Zócalo/Secretaría de Cultura, 2010).