DEL ÁRBOL GENEALÓGICO/No. 173


 

   Poemas



Jeremías Marquines

 

Las formas de ser gris adentro
(fragmento)

 

            Ya mucho se dijo de la tristeza, que el amor es una espesa humedad de
            madera en la estación lluviosa, la oscura membrana en el ojo de los
            ahogados incitando al naufragio. Un olor de insectos que extrañamente
            revelan nuestros huesos donde pululan en secreto animales prohibidos.
Pasan los trenes, pero queda el mundo que sueña sus frutas de invierno; su horizonte arqueado como un camaleón dormido en la osamenta de la niebla; sus propios reflejos limitados por el vértigo de las palmeras, sus alimañas inscritas en los muros del poniente donde se pudren intactos los perros que duermen en la virginidad renovada de mujeres maduras.
    Cuando pasan los trenes sólo queda un como animal hambriento en los pechos vacíos, el silencio acuático de la tarde que desentierra sus pájaros irreales como un niño enfermo, una mano que arde en perfecta calma en el litoral de un bosque demolido por criaturas que van desfigurando lo que te hace vivir.
    Cuando pasan los trenes, lo empiezas a saber.

 

De Las formas de ser gris adentro

 

Dónde tiene el hoyo la Pantera Rosa

VI
Llámame Pantera Rosa, te digo,
mostrando mi carnet de identidad.

Voy de resurrección a otra
pidiendo una cerveza.

Una tarde
vomité a las puertas de lo taciturno.
Venía en un barco de cristal con los
ojos cerrados afilando mi cuchillo.

En mi frente escribo: “nunca más
volveré a nadar con sirenas”.

Hago reverencias estúpidas
a las palabras y anoto druida.

Dispersión, turbiedad, qué rayos.

Necesito un auto veloz como
el presentimiento.

Es sábado, es Acapulco, te digo.
Nada malo nos puede pasar.

 

De Dónde tiene el hoyo la Pantera Rosa

 

De más antes miraba los todos muertos
(fragmento)

13     El habitáculo es el recinto donde el cuerpo del difunto espera entre
        flores y algunos objetos personales. A la muchacha, sus vestidos de
        fiesta y un diminuto pájaro Qüity le han sido colocados a sus pies, pies
        dicen, para que nunca la visiten los ocho demonios que turban el sueño.
        Otros dicen, para que no se destrabe la mandíbula que ata el viento
        velamen, gorjeo de palmeras.

Nadie teme a la muerte,
sino a morir en uno de esos días en que la claridad estaba en todas partes,
y el sonido de las cosas y los grandes pájaros y el agua cubre de
        oríferas escamas lo que toca.

—Nadie teme a morir, sino al olvido:
ojo almenado de pájaro y cisterna.

—Nadie teme a la muerte, sino a lo amado:

“Descubre tu presencia
y mátame tu vista y hermosura,
mira que la dolencia
de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura.”


Sácame entonces de esta la estrechez adolescente de mis huesos que
        me amatan,
del este insomne sueño aprisionado en el ojo iracundo del espejo:


                Si mi corazón se va de mí,
                ¿cómo viviré en esta larga ausencia? Dice.

 

De De más antes miraba los todos muertos

 


Jeremías Marquines (Villahermosa, 1968). Poeta y periodista. Radica en Acapulco. Forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Conaculta. Obtuvo el premio nacional de poesía Efraín Huerta en 1996, el premio internacional de poesía Jaime Sabines en 1998, el premio nacional de poesía Clemencia Isaura en 2003, el premio nacional de poesía Valle del Yaqui 2003 y el premio nacional de poesía Aguascalientes en 2012. Ha publicado El ojo es una alcándara de luz en los espejos (FETA, 1996), Las formas de ser gris adentro (Praxis-Gobierno de Tabasco, 2001), Varias especies de animales extraños cubiertos de piel jugando en una cueva con un pico mientras Richard Dadd observa desde un calabozo de Bethlem (Instituto Estatal de Cultura de Tabasco, 2008), Dónde tiene el hoyo la Pantera Rosa (Letras de Pasto Verde, 2009) y Acapulco Golden (Era, 2012).