POESÍA DOMINICANA/no. 171


 

"A la garata con puño":1
muestra de la poesía dominicana actual

Ariadna Vásquez Germánfoto-vasquez.jpg

Santo Domingo, 1977
 


Toda antología literaria es siempre un experimento.2 Con razón Octavio Paz calificó así Poesía en movimiento (1966).3 Ese deseo de hacer coincidir numerosos autores en un mismo lugar (llamémosle libro) es siempre caprichoso y alude, mayormente, a una sospecha oculta. El antologador nos está diciendo que existe alguna similitud o transferencia entre un escritor y otro, y que ese algo extraño los conecta o los separa de una forma tan particular que es preciso que dialoguen un poco, aunque sea en una pequeña e informal reunión de salón (llamémosle revista).

En el caso de la mayoría de las antologías de poesía, el punto de convergencia es casi siempre la época en la que nacieron los poetas, sus nacionalidades y la naturaleza íntima de sus textos, pero ya sabemos la manía de los antologadores: uno los imagina encendiendo velas en el comedor de la casa, levantando altares pequeños frente a los libreros. Todos sueñan con reunir “esas voces” en un santuario personal y único, y en sus plegarias piden para que su impronta llegue a ser imprescindible a la hora de revisar y comprender la poesía de ciertos autores e incluso para la construcción de un canon oficial.

Pensemos en compilaciones mexicanas, como la Antología de la poesía mexicana moderna (1928), de Jorge Cuesta, así como (de igual nombre) la Antología de la poesía mexicana moderna (1940) de Manuel Maples Arce. Entre ambas, aun con más de diez años de diferencia, se perciben aquellos conflictos coyunturales que fueron muy importantes durante las décadas de los años veinte y treinta entre los Contemporáneos y los escritores de las vanguardias en México, específicamente del estridentismo. Ambas antologías son necesarias para estudiar o acercarse al ambiente poético mexicano de esos tiempos. De igual manera (y a propósito del inicio), Poesía en movimiento viene a ser un parteaguas en la historia de la literatura mexicana en el sentido de que integra e incluso ordena un escenario de poetas indispensables para la poesía mexicana de la primera mitad del siglo XX. Un ejemplo de esto son los poemas de Julio Torri. Hoy en día se pueden catalogar como poemas en prosa, en gran parte, porque fueron incluidos en dicha antología. Es decir, no se puede analizar “La balada de las hojas más altas” o “A Circe”, de Ensayos y poemas de Torri sin mencionar Poesía en movimiento, pues es precisamente este “experimento” lo que instituye a ambos como una muestra del género del poema en prosa, en 1966, en México. Así es la importancia de algunas antologías.  

De la poesía dominicana existen más de treinta antologías, pero quiero mencionar Poesía dominicana, Antología panorámica de la poesía dominicana contemporánea y Antología histórica de la poesía dominicana del siglo XX.4 El sentido en cada una de estas compilaciones es básicamente histórico y cronológico, y permiten un estudio o acercamiento a los autores y los movimientos a los cuales pertenecieron.

06-imagen-vasquez.jpgLa Antología histórica de la poesía dominicana del siglo XX logra compilar la obra de los poetas dominicanos desde el vedrinismo,5 el postumismo, y hasta generaciones muy posteriores como la de los ochenta, donde incluye al poeta Adrián Javier, nacido en 1967. En ese sentido, es un panorama muy completo del curso que tomó la poesía dominicana durante el siglo xx y abarca a los autores de la Poesía Sorprendida (1943), movimiento que modificó de manera muy significativa el escenario de la poética en la República Dominicana, pues fue a partir de éste que la poesía dominicana se consolida como moderna, cuando en el país empezaron realmente a permear los autores del simbolismo francés y de la llamada Generación del 27 en España, principalmente con García Lorca.   

Anteriormente a la Poesía Sorprendida, el postumismo (1921) fue el iniciador de la modernidad y estuvo encabezado por Domingo Moreno Jiménez. Con este movimiento se incluyó por primera vez en la poética nacional elementos de lo local, del criollo dominicano y de su cotidianidad, su forma particular de ser y hablar.

Otra generación importantísima fue la de los Independientes del 40, precedentes a la Poesía Sorprendida; uno de sus miembros fue el poeta más conocido y antologado de República Dominicana: Manuel del Cabral. Después surgieron otros movimientos importantes, como la generación de los años sesenta (tras la muerte de Trujillo) o de la posguerra, donde irrumpe la poesía de René del Risco, y que también son incluidos en la mencionada Antología histórica de la poesía dominicana del siglo XX.

07-imagen-vasquez.jpgSe puede decir que los poetas que hoy presentamos son nietos de esa poesía de posguerra o postTrujillo, además de que son herederos de esos anhelos de modernidad que se dieron en la poesía dominicana desde inicios del siglo XX, y que su forma de ruptura con las generaciones anteriores, incluso con algunas muy cercanas, es una manera de dar cuenta de ello. Estos poetas parecen alejarse, al fin, de esa poesía barroca, culta y verboseada que predomina en tierras dominicanas y a la que Pedro Granados6 se refiere atinadamente en su crítica a la selección de poetas dominicanos publicados en la antología Los nuevos caníbales, vol. 2, Antología de la más reciente poesía del caribe hispano.7

A mediados de 2011, la revista Ping Pong publicó en línea una antología muy completa llamada “Presencias reales: poesía dominicana actual”. Allí dio a conocer una pequeña selección de poemas, junto con una entrevista, de la mayoría de los poetas dominicanos que figuran dentro y fuera del medio literario nacional y de la diáspora dominicana. Este trabajo es un gran aporte para el estudio de nuestra poesía actual, pero sobre todo para el descubrimiento de muchos poetas que aún no han publicado libros, que no les interesa seguir el canon literario dominicano y que, por el contrario, han logrado conquistar algunos callejones del humorismo poético con gran ingenio, trabajando duramente para seguir escribiendo y dándose a conocer a través de blogs y páginas digitales.

La antología significó además un diálogo con estos poetas para conocer sus opiniones sobre la literatura dominicana y específicamente sobre la poesía y los problemas relacionados con la divulgación y el apoyo del arte en el país. Fue curioso que todos estuvieran de acuerdo en varios puntos, sobre todo en uno: los poetas de la isla están abandonados. Así son de importantes algunas antologías.   

De la muestra

En México se conoce muy poco de la poesía dominicana. Algunos académicos de letras mencionan con mucha efusividad a Pedro Henríquez Ureña. Su nombre suena a veces como una traducción al español de “literatura dominicana”, pero es entendible. Henríquez Ureña fue el maestro del Ateneo de la Juventud (Platón, le decían), esa generación de escritores eruditos entre los que estaban Alfonso Reyes y Julio Torri, que leían las obras en su idioma original y creían en la idea del arte como algo perfecto, riguroso. Fue este dominicano quien los introdujo a la crítica de John Ruskin y Walter Pater, y quien los guió en sus estudios literarios cuando apenas tenía poco más de veinticuatro años.

Salvo el caso de Henríquez Ureña, los otros autores dominicanos del siglo pasado son poco conocidos en México. Una vez alguien me preguntó: “¿Hay un poeta de apellido Mir en Dominicana?” Y siempre recuerdo con cariño a un amigo oaxaqueño que una noche, después de tres mezcales, me susurró al oído: “porque cada palabra es un poco de forma, un poco de tu muerte”.8 Los amigos, los estudiantes y muchos, muchos poetas, apenas han leído algo de poesía dominicana. No es su culpa, claro.

Es un hecho que la literatura y, en este caso, la poesía dominicana es casi desconocida en el exterior. Movimientos tan importantes a nivel nacional, como la Poesía Sorprendida o el postumismo, o la generación de la posguerra, no hacen ruido en el ambiente literario de otros países.   

Las razones de la falta de divulgación de la literatura dominicana en el exterior no son tema de esta antología, pero su señalamiento es pertinente porque para muchos lectores será su primer acercamiento a la poesía dominicana y el hecho de si la muestra es una novedad o no podría pasar inadvertido, pues no saben del curso que ha tomado nuestra poesía desde el modernismo, el posmodernismo y las vanguardias. Qué parámetros podrán utilizar para reconocer la forma en que ha evolucionado hasta este presente, hasta estos poetas. La realidad es que tal vez ninguno, y es probable que no importe demasiado. La vigencia de estos poetas está en sus escritos. La novedad es descubrirlos.

Esta pequeña compilación no aspira a demasiado, mas su divulgación podría ser una puertita de entrada para algunos mexicanos, una manera de penetrar el universo de la poesía sobre el cual gira la isla en estos tiempos. Y es ciertamente un experimento porque supone ser una elección más o menos “razonada” de textos que tienen entre sí algunas o pocas cosas en común, pero que al unirlos deberán hacer una especie de conjunto; una orquesta donde cada poema será la pieza necesaria para que ese universo suene, tal vez en un tono desafinado y ruidoso, o quizás únicamente provocador. Ésta es la única regla que utilicé para establecer el orden de los poetas. Colocarlos como parte de una extraña sinfonía siguiendo el ritmo de los poemas, sus presentimientos, sus urgencias, esquivando silencios incómodos entre un autor y otro. El nombre elegido es una sugerencia caribeña. Hoy lanzo estos poemas en tierras extranjeras y el acercamiento de los lectores deberá ser salvaje, a puñetazos, estrepitoso, pues la agitación es siempre bienvenida en nuestro escenario.

La antología es una mínima selección que reúne a doce autores que considero necesarios, que nacieron después de los años setenta en la República Dominicana y que no necesariamente forman parte de los poetas conocidos o publicados dentro del ámbito literario dominicano. Es experimental porque su principio de unidad no tiene una base instituida o comprobada, no es un movimiento ni un manifiesto, es decir, sólo hay una fe en esas coincidencias poéticas aunque a lo mejor no existan del todo. Es un intento por responder (seguramente de forma precoz) a las preguntas sobre qué están diciendo los poetas jóvenes dominicanos y de qué están hechos sus entornos, sus calles, sus ciudades, así como los motivos o ambientes (si es que existen) que para ellos aún pueden ser desacralizados, rotos, vulnerados en el margen de la isla.

En ese sentido, la muestra busca capturar lo que Paz llama un “espíritu de la época”. Pues algo —ya sea un gesto desesperado o una mueca— tiene que surgir del ruido de estos jóvenes poetas. Alguna sombra seguro se levanta sobre los edificios y las yipetas9 de un país pequeño y pobre, cuyas venas de capitalismo y modernidad se van transparentando poco a poco, quedándose sin sangre y agua, secas como la decepción. Algo debe salir de tanto encierro y tanto mar alrededor; tanto resentimiento en los arrecifes.   

La mayoría de estos poetas tiene ese gesto del solitario en las palabras; una especie de intuición sobre la indiferencia de los escuchas, de los lectores, de los amigos, del mar, de sus mascotas, del continente: nadie está poniendo atención y aunque la isla inicie su naufragio en el Caribe, nadie afuera escuchará o tomará nota del desastre, de la caída de las palmeras y del Acrópolis10 (que es como un cielo empaquetado ahí en la avenida Churchill, cuando uno sube desde el malecón), o del hundimiento del Obelisco que tanto hemos esperado.

Los poetas saben que la isla está sola y que los únicos vecinos que pueden retrasar la aparición de los tiburones hablan otro idioma. Pero no están desilusionados. Han perseguido miles de veces a las ciguapas11 en la Matica,12 han tomado yolas13 a Puerto Rico que sólo llegan a Miches,14 se han sacado chuflays15 vacíos en todas las fiestas, y aun así regresan a casa.

Estos poetas le escriben a la ciudad y a su caravana de perros callejeros. Reelaboran sus propios mitos sobre viajes a Haina16 en carros públicos y los regresos trastornados a un hogar que es siempre el mismo, siempre en la azotea de algún edificio, con esa pesadez del calor caribeño que todo lo resaca y lo hipnotiza, incluso a las moscas, incluso al mar, tan terco y prolongado.

Esta poesía es una pasarela de personajes kafkianos, marchantes que venden poemas; montras,17 duendes, amas de casa, canciones de cuna cuyos movimientos crean un tiempo arquetípico en la ciudad, un tiempo que se va y regresa, y se va y regresa todas las veces, siempre con el deseo de insistir, lanzándose como lluvia sobre la ciudad, a la garata con puño con las palabras; así consiguen alumbrar esos espacios enrarecidos del medioisleño, esos lugares donde la voz más real interviene sospechosamente, con navaja debajo del brazo y la señal asesina del desamparo.

El eco de estas voces probablemente alentará a unos cuantos a acercarse a la isla, a otros los ahuyentará como el canto de las sirenas asesinas. Ya se sabe que el deseo de los aislados es hosco y misterioso, y se yergue prepotente como los faros solitarios. Se conocen los isleños y su dureza frente al mar, vigilando incansables esa pequeña luz lejana que se sospecha estrella grave tras la caída o barco que hunde el horizonte.

 

1 Expresión dominicana que describe la acción y consecuencia de lanzar algo que puede ser dinero, comida o poemas, y que provoca el alboroto de las personas que se abalanzan a recoger su parte de aquello que fue lanzado. Esta expresión puede ser usada en el instante justo en que se rompe la piñata en una fiesta.

2 Nos referimos principalmente a la antología literaria que contiene a varios autores.

3 Antología de Alí Chumacero, José Emilio Pacheco, Octavio Paz y Homero Aridjis (México, Fondo de Cultura Económica, 1966).

4 Poesía dominicana es de la autoría de Pedro René Contin Aybar (colección Pensamiento Dominicano, República Dominicana, 1969). La Antología panorámica de la poesía dominicana contemporánea es de Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda (UCMM, República Dominicana, 1972), y la Antología histórica de la poesía dominicana del siglo XX, de Franklin Gutiérrez (Universidad de Puerto Rico, Estados Unidos, 1998).

5 El vedrinismo de Vigil Díaz es considerado por algunos críticos como la primera manifestación consciente de poema en prosa en la República Dominicana, aunque se trató más bien del verso libre de métrica y de rima. Su poema “Arabesco” fue publicado en 1917, el mismo año en que Julio Torri, uno de los primeros autores del poema en prosa en México, publica su libro Ensayos y poemas. Este género de poema, muy utilizado en la poesía dominicana actual, nace en Francia con Aloysius Bertrand y su libro Gaspard de la Nuit (1842) y fue canonizado por Baudelaire en Le Spleen de Paris (1869). De este género de poema, muy utilizado en la poesía dominicana actual, Anthony Stanton afirma que nace en Francia con Aloysius Bertrand y su libro Gaspar de la nuit (1842) y fue canonizado por Baudelaire en Le spleen de Paris (1869).

6 “Los nuevos caníbales: reciente poesía del caribe insular hispano” (marzo de 2005, <www.letras.s5.com>).

7 Antología de Pedro Antonio Valdez (encargado de la selección de República Dominicana), Alex Pausiles y Carlos R. Gómez Beras (Ediciones Unión/Editora Búho/Editorial Isla Negra, Santo Domingo, 2003).

8 Del poema “Huésped súbito”, de Manuel del Cabral, en Los huéspedes secretos.

9 Camionetas.

10 Edificio azul que alberga tiendas, restaurantes y oficinas, ubicado en el centro metropolitano de Santo Domingo.

11 Se dice que son extrañas mujeres salvajes que habitan en las montañas y en los bosques dominicanos; que poseen un poder mágico para atraer a los hombres y que este embrujo hace que los hombres las persigan bosque adentro. Se dice que son morenas, que van desnudas y que únicamente su largo pelo negro les cubre el cuerpo. Tienen además los pies al revés, y es por ello que todo el que las persigue se pierde y ya no puede conseguir rumbo de nuevo.

12 Isla diminuta ubicada mar adentro en el Caribe, a la que se llega por la playa Boca Chica.

13 Embarcación muy pequeña que utilizan los dominicanos para llegar ilegalmente a Puerto Rico.

14 Pequeña ciudad en el este de la isla dominicana y que pertenece a la provincia de El Seibo.

15 Especie de cilindro de cartón envuelto en un papel de colores que contiene un caramelo y un juguetito sorpresa. Fue muy popular durante las décadas de los setenta y los ochenta en República Dominicana.

16 Se pronuncia Jaina, y es un municipio de la provincia de San Cristóbal, ubicada al sur del país muy cerca de Santo Domingo.

17 Femenino de monstruo en la jerga dominicana; denota a una mujer que es habilidosa, buena en su oficio o que simplemente es especial en su manera de relacionarse con los demás.


Ariadna Vásquez Germán. Ha publicado los poemarios El libro de las inundaciones (Atarraya Cartonera, 2011), Cantos al hogar incendiado (Praxis, 2009), La palabra sin habla (Tintanueva, 2007) y Una casa azul (Ángeles de Fierro, 2005), y la novela Por el desnivel de la acera (Praxis, 2005). Sus poemas han sido publicados en varias antologías, la última de ellas es 4M3R1C4: Novísima poesía latinoamericana (Ventana Abierta, 2010). Su relato “Náufraga en Naxos” fue seleccionado para la antología El futuro no es nuestro. Nueva narrativa latinoamericana, publicada en Argentina, Bolivia, Chile, México, Hungría y Estados Unidos. En 2010 obtuvo el Premio Nacional de Cuento Joven de la Feria del Libro de Santo Domingo. Ha sido traducida al inglés y al italiano. Es columnista outsider de la Revista U.