Poesía alemana actual/No. 170


 

Jan Wagner*



Versiones de Gonzalo Vélez

 

mais

es ist ein feld, in dem du dich verirrst
beim spielen, als der schatten länger fällt,
und hektar oder werst
von feld, von wind, von feld

trennen dich von zuhause.
blätterrascheln — wie das mischen
von karten. später zwischen sternenmassen
ein neues bild: der hakenschlagende hase.

du schläfst, zusammengerollt wie ein tier.
es ist ein morgen, wenn die sonne
dich findet mit vor durst gespalten-

em schädel. über dir
die meterhohen, schwankenden gestalten,
grinsend, das maul voller goldzähne.


maíz

un vasto campo es donde el rumbo pierdes
al jugar. las largas sombras se tienden
y hectáreas e intervalos
de campo, viento, campo

te separan de casa.
crujen follajes como barajado
de cartas. y entre las estrellas blanca
imagen: el conejo picoteado.

duermes cual animal, hecho un ovillo.
una mañana el sol esplendoroso
te encuentra: tienes el cráneo partido

de sed. y aquellos altos personajes
te sonríen, oscilantes,
con sus hocicos de dientes de oro.




wippe

mach dich schwerer, rufen sie, also schließe
ich beide augen, denke
an säcke voll zement und eisengießereien,
elefanten, an den anker

in seinem schlamm, wo ein manöver wale
vorübergleitet, an das bullenhaupt
eines ambosses. nur eine weile
die luft anhalten, warten. doch nichts hebt

sich oder senkt sich, während ein fasan
schreit und die blätter fallen — meine unwilligen
beine zu kurz, um je den grund zu fassen,
mein kopf beinahe in den wolken.


subibaja

hazte más pesado, gritan, yo por eso cierro
ambos ojos, pienso en sacos
llenos de cemento y una fundición
de hierro, en elefantes, en un ancla

en un fango con ballenas deslizantes.
pienso en la testuz taurina de un
yunque. contener el aire
sólo un poco y esperar. no obstante nada

se alza ni se hunde. mientras tanto grazna
algún faisán y caen las hojas —mis renuentes piernas
son muy cortas para alguna vez tocar el piso,
mi cabeza está casi en las nubes.

steinway

der schwarze flügel, den die männer
über die straße hievten,
war der vereiste see aus meiner
kindheit, wo ich kniete,

um durch die blanke fläche
hinabzustarren,
wo zwischen algen und kristall die hechte
für einen augenblick verharrten,

in ihrem dunkel hingen,
jeder eine schimmernde fermate
in einer bis zum knochen dringenden-
den urmusik, in ihrer mathe-

matischen, tödlich präzisen
schönheit, für die sekunde,
die wächst, bis sie so groß zu sein
scheint, dass man in ihr siedeln könnte,

weit weg vom weg, vom stein
darauf,
und fast schon festgefroren mit der stirn,
als der puck mich traf.


steinway

la negra cola del piano que los hombres
alzaban al cruzar la calle
era el lago helado de mi
infancia, donde me arrodillaba,

para mirar por la pulida
superficie
entre algas y cristales a las percas
que por un instante posaban

colgantes en su oscuridad,
cada cual refulgente fermata
de una prístina música que cala has-
ta la médula en su mate-

mática y mortalmente precisa wagner-01.jpg
belleza, en ese segundo que dura
tanto que parece que cualquiera
pudiera establecerse en él,

muy lejos del camino, de la piedra
encima,
y ya casi con la frente fundida al hielo,
cuando el disco de hockey me golpeó.




nicosia

hinter der grenze schlafen die taxis,
in den geräumten häusern
die sandsäcke, satt vom land.

am frühen abend der muezzin
vom nordteil her, und die biertrinker
des südens, die ihm lauschen, schweigend
auf ihren plastikstühlen, hinter ihnen
der kühlschrank, ein summender weißer gott.

dort, in einer seitenstraße, siehst du
den schneider seine stoffe entrollen
wie ein feldherr seine karten,
während draußen die laternen stich um stich
den abend in die straßen nähen.

dunkler die palmen im park, die bäume;
ab und zu ein wind, der müde
in einer glut von orangen stochert —
und wie im traum die fahrt richtung westen,
an den neubauflächen vorbei, den toten
katzen, flach wie schatten. am rand der straße
bettelt der ginster.


nicosia

detrás de la frontera están dormidos los taxis,
y en las casas evacuadas
sacos de arena, hartos de la tierra.

en la noche temprana el muecín
del norte y los bebedores de cerveza
del sur que lo escuchan, calladamente
en sus sillas de plástico, detrás el
refrigerador, blanco dios ruidoso.

allá, miras en una calle lateral
al sastre que enrolla sus telas
igual que un general sus mapas,
mientras afuera los faroles cosen
puntada tras puntada la noche con las calles.

más oscuras las palmas en el parque, los árboles;
de vez en cuando algo de viento, que con pereza
escarba en una brasa de naranjos —
y como en el sueño el viaje en dirección oeste,
pasando por la zona de nuevas construcciones,
gatos muertos, planos como sombras. a la orilla
de la calle hay matorrales pidiendo limosna.




der wassermann
                                                  für Robin Robertson

einer zog mich mit dem ersten fang
vor husum an bord, den obolus
einer muschel in der heilbuttkalten hand,
um mich herum der silberne applaus

der heringe auf dem deck. ihr heißer grog
verbrannte mich bis auf die gräten,
an anderes gewöhnte ich mich: die glock-
en jeden sonntag. schnee. an federbetten.

man fand den eifersüchtigen bauerntrampel
ertrunken in einer pfütze. eine saat
ging auf. als eines morgens der vergammel-
te dorsch vor meiner tür lag, war es zeit.

ich hinterließ die angst der schlafenden
vorm wasser, eine fußspur, die die sonne
bald auflecken würde, und die gaffenden
nachbarn um mütter und wiegen, ihre söhne

mit fischlippen und schwimmhaut. ohne eile
sank ich zurück zu dem mit flunderaugen ausgelegten
palast, wo meine frau mit ihrer mühle
das salz ins meer dreht. ich wurde meine legende.


el aguador

                                                      a Robin Robertson

 

uno me trepó a bordo en la primera redada
frente a husum, el óbolo
de una concha en una mano fría como lenguado,
alrededor el aplauso de plata

de los arenques en la cubierta. su aguardiente
me quemó hasta la médula,
a otras cosas sí me acostumbré: a campanas
los domingos. a la nieve. a edredones.

encontraron al rústico celoso
ahogado sobre un charco. una simiente
germinó. cuando una mañana, el desa-
liñado bacalao tumbado frente a mi puerta,

dio mi hora. abandoné el temor de los dormidos
al agua. la huella de un pie que muy pronto el sol
habría de lamer, y los vecinos boquiabiertos
en torno de madres y de cunas, y sus hijos

con labios y con piel de pescado. ya sin prisa
me sumergí de vuelta hasta el palacio forrado
de ojos de peces donde mi esposa con su molino
tira sal en polvo al mar. me volví mi leyenda. 

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*Jan Wagner (Hamburgo, 1971). Poeta, traductor, crítico y editor. Ha publicado Probebohrung im Himmel (Berlin Verlag, 2001), Guerickes Sperling (Berlin Verlag, 2004), Achtzehn Pasteten (Berlin Verlag, 2007) y Australien (Berlin Verlag, 2010). Junto con Björn Kuhligk publicó las antologías Lyrik von Jetzt. 74 Stimmen (DuMont, 2003) y Lyrik von Jetzt 2. 50 Stimmen (Berlin Verlag, 2008). Ha recibido los premios Hamburger Förderpreis für Literatur (2001), Förderpreis zum Hermann-Hesse-Preis (2001), Christine-Lavant-Publikumspreis (2003), Alfred Gruber Preis (2004), Mondseer Lyrikpreis (2004), Anna-Seghers-Preis (2004), Ernst-Meister-Preis (2005), Arno-Reinfrank-Literaturpreis (2006), Wilhelm-Lehmann-Preis (2009), la beca correspondiente al premio Lessing-Preis de la Ciudad Libre y Hanseática Hamburgo (2009) y el Friedrich-Hölderlin-Preis de la ciudad de Tübingen (2011).