No. 165/EDITORIAL


 

“Iba por un camino de palabras y de pronto empezaron a llover arrobas.” Esta microficción abre el Árbol Genealógico de nuestro primer número de 2011. Su autor, Francisco Hinojosa, nos regala una gozosa selección de sus “tuits”, que bien podrían ser ya un género en sí mismos. A él agradezco encarecidamente la generosidad de compartirlos con nosotros.

Esta edición está dedicada a la muy joven creación poética del país. Con el ánimo de abrir espacio a las nuevas generaciones, el año pasado decidimos preparar un dossier con poemas de algunos autores novísimos. La respuesta a la convocatoria desbordó el plan original, ya que recibimos mucho más material del que podíamos publicar. Así, acotamos arbitrariamente —cómo podría ser de otra manera— la edad de los participantes, fijando el periodo a partir de 1985, y seleccionamos a treinta autores de distintos estados de la república, todos entre 19 y 25 años, muchos con una trayectoria que incluye colaboraciones en revistas y blogs, o libros publicados; otros, prácticamente inéditos. La mayoría de ellos cursa o cursó alguna carrera en letras, lo cual refuerza la tendencia ya vista en generaciones anteriores a relacionar el oficio poético y la formación académica.

La muestra “30 poetas (1985-1991)” abre con “[Fiebre de]”, pieza de corte experimental tanto en la forma como en el uso del lenguaje, obra de Alejandro Albarrán, y cierra con unos fragmentos del libro Tesauro de Karen Villeda, en el mismo tenor aunque muy distintos en temática y forma a la primera. Entre estos polos, el abanico es amplio: la intertextualidad en Daniel Malpica, Juan Carlos Cabrera Pons o Aurelio Meza; la intención lírica en Emiliano Álvarez, Luis Arce o Patricia Binôme; la claridad en la voz de Tania Carrera o José Chapa (este último de Coahuila, aunque nacido en Texas); el dejo nostálgico en Eduardo de Gortari, la vuelta a los clásicos o a las vanguardias en los casos de Luis Flores Romero y Yaxkin Melchy, respectivamente; el realismo desencantado de Daril Fortis y Ari J. González; el manejo de lenguajes distintos en Manuel de J. Jiménez, quien abreva de manera notable en su formación de abogado; el sostenido aliento narrativo de Fernando Trejo e Iván Ortega López… Comparten con ellos estas páginas Xel-Ha Méndez, Abril Medina, Tania Álvarez, Christian Peña, Arturo Gómez, Patricia Mata, Gerardo Grande, Alina Hernández, Reyes Isven, Víktor Olvera, Reyes Rojas y Eduardo Martín del Campo.

Cabe aclarar que, como hicimos en Un orbe más ancho (ediciones de punto de partida, 2005), esta selección no pretende otra cosa que mostrar a algunos de los nuevos creadores que, de una u otra forma, figuran en el espectro poético nacional. No es una muestra exhaustiva, sino más bien una porción de un universo que sabemos rebasa en mucho la extensión de estas páginas. Así, agradezco a todos los poetas que respondieron a la invitación, tanto a los que hemos publicado en este número como a los que, por diversas razones, no fueron incluidos esta vez.

Como complemento gráfico, presentamos a nuestros lectores el trabajo de una artista de la misma generación que los poetas antologados: Lala Hernández Mendoza, egresada de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, quien compartió con nosotros dos series en las que experimenta con técnicas distintas y de las cuales hemos escogido el material que ilustra las páginas interiores y la portada de este primer número del año.

Por último, quiero agradecer el apoyo invaluable de Eduardo Langagne, Julián Herbert, Carlos Velázquez, Luis Felipe Fabre, Luis Vicente de Aguinaga, Johanna Jaramillo, Verónica Bujeiro, Rodrigo Castillo, David Ortiz Celestino y Víctor Cabrera, quienes con sus recomendaciones o contactos contribuyeron en mucho a la conformación de esta muestra.


Carmina Estrada

 
editorial-01.jpg