ENSAYO/No. 162


 

Fortis imaginatio generat casum



Karla Aurora Olvera Villegas

El colegio de México

 

Montaigne tiene la culpa de dos cosas: el surgimiento del ensayo y la creación del azar objetivo. Se le conoce más por lo primero que por lo segundo y debido a esta terrible injusticia, ahondaré aquí sobre su contribución en el cimiento de las bases de un concepto que se ha atribuido a André Breton, pero que Montaigne esbozó siglos atrás. Cuando digo “esbozó”, quiero decir que lo trazó como idea, pero también como conjuro sobre las vigas de su torre cerca de Burdeos.

En las primeras páginas de Doctor Pasavento, Enrique VilaMatas (evm) advierte: “Fortis imaginatio generat casum, es decir, una fuerte imaginación generó el acontecimiento, que decían los clérigos en tiempos de Montaigne”, y sigue: “Miré hacia las vigas del techo, donde Montaigne había grabado sentencias griegas y latinas que todavía hoy se conservan perfectamente.” Personalmente, he de decir que confío en VilaMatas; lo cierto es que con él, en cuestión de citas, más vale ir a la fuente original o pasará como con la mítica entrada del diario de Kafka. VilaMatas hizo mundialmente famosa la entrada del 2 de agosto de 1914 del diario de Kafka y de paso le agregó un poco de su cosecha. La entrada original dice: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, Escuela de Natación”, y VilaMatas la modifica así: “Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, fui a nadar.” Para todo aquel que no esté familiarizado con la literatura del escritor catalán, sería fácil caer en su trampa, como ocurrió con el guionista de cine David Trueba, quien pensó que evm citaba directa y fielmente a Kafka. Trueba puso la cita de evm en labios del actor Gabino Diego en un diálogo de su comedia romántica Los peores años de nuestra vida, en el que el actor le declara su amor a la actriz Ariadna Gil con la frase de evm, atribuida ingenuamente a Kafka. Para evitar esta clase de malentendidos y confusiones, sólo hay que buscar el capítulo xxI del primer libro de los Ensayos de Montaigne, “De la fuerza de la imaginación”, donde se lee: “Fortis imaginatio generat casum, dicen los clérigos. Soy de esos que sienten muy grande la fuerza de la imaginación. A todos empuja mas sólo algunos caen. Su flecha me atraviesa. Y mi habilidad consiste en escapar de ella, no en resistirla. Viviré únicamente con la presencia de personas sanas y alegres.”

Una traducción más literal de fortis imaginatio generat casum sería: “(una) fuerte imaginación genera (el) caso”, que equivale a “una fuerte imaginación hace que las cosas sucedan”. Cabe señalar que el vocablo “caso” se deriva del verbo latino cado, cecidi, casum —que originalmente significa “caer” y que es una traducción latina del término griego πτῶσις, “ptosis”, con el que los gramáticos solían referirse a cada una de las formas que adoptaba una misma palabra una vez declinada. Aludían a las distintas caras en las que puede caer un dado cada vez que es arrojado en un juego. Seguramente Stephane Mallarmé conocía este sentido de “casum” en fortis imaginatio generat casum cuando intituló a su última serie poética “Un coup de dés jamais n’abolira le hasard” (una tirada de dados nunca abolirá el azar).

olvera-01.jpgSiguiendo este razonamiento, fortis imaginatio generat casum también podría significar “una fuerte imaginación genera la caída”, aunque en un sentido más metafórico, la caída del dado, para ser más precisos. Parece ser un momento adecuado para introducir la siguiente variable. Hasta el momento hay: una fuerte imaginación, una caída y un dado. Lo que sigue es aumentar la cara deseada del dado. En principio, una fuerte imaginación hará que caiga la cara deseada del dado y no otra. En este punto es indispensable dejar a un lado “De la fuerza de la imaginación” y abrir un libro surrealista: Nadja, donde se habla del “mundo casi prohibido de los acercamientos repentinos, las coincidencias que nos dejan petrificados […] relámpagos que nos harían ver, pero ver, si no fueran unos más rápidos que otros […] se trata de hechos que pertenecen al orden de la constatación pura, pero que siempre tienen la apariencia de una señal”. Breton englobaría todo lo anterior bajo el “azar objetivo”. Para él, las cosas que uno deseaba e imaginaba vehementemente sucedían respondiendo a cierto azar objetivo. Término semioximorónico, porque azar es, antes que todas sus acepciones, “casualidad, caso fortuito”.

¿Cómo podría ser lo fortuito objetivo? Más bien se trata de una negociación de extremos donde el poder de la imaginación seduce al mundo exterior, hace que caiga el dado en la cara deseada. No obstante, en esta negociación casi mágica, la fuerza de la imaginación no basta; a su vez lo que se imagina/desea también selecciona, de alguna manera, a quien lo imagina. Es como si se tratase de un magnetismo irresistible, de una invocación bilateral en la que la imaginación obtendrá, sin lugar a dudas, su caso, su dado. Dándole un giro de 180 grados al azar objetivo de Breton, conviene volcar la imaginación a la fabulosa pregunta que se hace Borges pensando en Coleridge1 cuando dice que si uno sueña con una rosa y al despertar, amanece con la flor en mano: ¿entonces qué?

Pareciera que la fuerza de la imaginación fuera capaz de atravesar las distintas capas de la realidad y accionar tanto en el sueño como en la vida despierta. Pero no sólo a Montaigne, a Mallarmé, a Breton y a Borges ha fascinado esto; también a cineastas con una fuerte imaginación como Jim Jarmusch y Panos H. Koutras.

A woman’s way (Strella), dirigida por Panos H. Koutras, trata de la vida de Strella, un transexual griego que se prostituye y conoce a un hombre mayor, Yorgos, del que se enamora. A lo largo de la película, de manera tangencial, aparece una ardilla de caricatura que emula el mundo de lo posible en la imaginación, pero que nunca se concreta. Se descubre que Yorgos es el padre de Strella, lo cual plantea titánicas complicaciones a su relación. No diré más porque es una película que debe ser vista. Me brincaré al final, donde vuelve a aparecer una ardilla muy parecida a la de caricatura que se ve antes, sólo que la del final es real. Esta ardilla es exactamente lo mismo que despertar con flor en mano después de soñar la rosa.

Recuerdo que A woman’s way ha sido de las pocas películas en las que me ha tocado presenciar eufóricas ovaciones cuando termina y, sin restar valor a su brillante trama, adjudicaría la fuerza de esos aplausos a aquel giro de meter una ardilla real al final cuando se ha acostumbrado al espectador únicamente a la ardilla de lo probable, a la de caricatura. La súbita aparición de una ardilla real trastoca violentísimamente aquel ritmo de fortis imaginatio y le suma el generat casum, y es que fortis imaginatio generat casum es algo que todos sospechan, aunque nunca hayan leído a Montaigne. Todos sospechan, pero pocos se atreven a llevarlo al extremo, a hacer que los dados caigan en la cara deseada.

En una línea parecida, aunque menos explícita que la de Panos H. Koutras, Jim Jarmusch en The limits of control (2009) hace un tipo de cine que deja claro los alcances de la imaginación. A lo largo de la película se ve al personaje principal, interpretado por el actor marfileño Isaach de Bankolé, concentrado en una misión fuera de la ley. Después de varios encuentros y un largo recorrido, llega a la campiña española y se aloja en una vieja casa deshabitada desde donde planeará la culminación de su tarea, teniendo como únicos instrumentos un mapa de la zona y una cuerda de violín.

olvera-02.jpgCerca de donde se oculta nuestro héroe, hay una casona custodiada por guardias de seguridad vestidos de negro, con pasamontañas y arsenales de armas. En la casa está el hombre que es el objetivo del protagonista, alguna especie de empresario prepotente. Cuando De Bankolé logra filtrarse hasta la oficina del empresario (Bill Murray), éste le pregunta sorprendido: “How did you get here?” (¿Cómo entraste aquí?) y el primero responde magistralmente: “I used my imagination” (Usé mi imaginación). Jarmush no explicita la forma (casi imposible) en la que un De Bankolé desarmado logra infiltrarse en esa oficina custodiada por tantos guardias. Naturalmente, al decir “usé mi imaginación”, el personaje quiere decir “usé mi fuerte o gran imaginación”, y la frase puede tener al menos dos lecturas. La primera es que usó su imaginación para crear una estrategia de cómo entrar en aquella fortaleza; la segunda, más poderosa, más inverosímil: que imaginó entrar y con ese simple y poderoso acto, entró. Casi como si se hubiera teletransportado con la fuerza de su imaginación.

Fortis imaginatio generat casum es, por lo general, una maravilla para todo aquel que logra entrar en la dinámica del azar objetivo; sin embargo, hay un sector que lo pasa mal gracias a la fuerza de la imaginación y genera su propia caída. Me refiero, por supuesto, a los hipocondriacos. Borges sabía que este uso oscuro de la fuerza de la imaginación sí que generaba caídas, tal como sucede en su cuento “El milagro secreto”, donde un hombre está condenado a muerte y utiliza una hipocondría muy original para engañar a la muerte: imagina todas sus posibles muertes para evitarlas.

El cuento dice así:

Pensó que no lo hubieran arredrado la horca, la decapitación o el degüello, pero que morir fusilado era intolerable. En vano se redijo que el acto puro y general de morir era lo temible, no las circunstancias concretas. No se cansaba de imaginar esas circunstancias: absurdamente procuraba agotar todas las variaciones. Anticipaba infinitamente el proceso, desde el insomne amanecer hasta la misteriosa descarga. Antes del día prefijado por Julius Rothe, murió centenares de muertes, en patios cuyas formas y cuyos ángulos fatigaban la geometría, ametrallado por soldados variables, en número cambiante, que a veces lo ultimaban desde lejos; otras, desde muy cerca. Afrontaba con verdadero temor (quizá con verdadero coraje) esas ejecuciones imaginarias; cada simulacro duraba unos pocos segundos; cerrado el círculo, Jaromir interminablemente volvía a las trémulas vísperas de su muerte. Luego reflexionó que la realidad no suele coincidir con las previsiones; con lógica perversa infirió que prever un detalle circunstancial es impedir que éste suceda. Fiel a esa débil magia, inventaba, para que no sucedieran, rasgos atroces; naturalmente, acabó por temer que esos rasgos fueran proféticos.


Naturalmente, este “milagro secreto” sucede gracias a la imaginación del personaje, que cuando está por ser fusilado, imagina y luego logra que el tiempo se detenga, las balas se suspendan en el aire y se cumpla su deseo (tener el tiempo suficiente para terminar su novela). Escribe y reescribe su novela en la imaginación una y otra vez hasta que por fin se decide a poner el punto final. Entonces, las balas lo acribillan.

Acaso para deslindarse de la hipocondría como uso oscuro de la fuerza de la imaginación, Montaigne dice al final de su primer párrafo: “Viviré únicamente con la presencia de personas sanas y alegres.” Gracias a esta anticipación a los argumentos que podrían ser usados en su contra, a su lucidez y a una imaginación en la mejor de las formas, pudo inventar al mismo tiempo el ensayoyelazarobjetivo —fenómenosmagnéticos, creativos e invocacionales que se concretarían como forma de escritura y como realidad imaginada, respectivamente.

 

 


1 “If a man could pass through Paradise in a dream, and have a flower presented to him as a pledge that his soul had really been there, and if he found that flower in his hand when he awake — Aye, what then?” Anima Poetae: From the Unplublished NoteBooks of Samuel Coleridge, 1985.