No. 161/POESÍA JOVEN MÉXICO-ESPAÑA


 

 




Yunuen Díaz

México

 

Creo que en una sociedad como la nuestra que promete un “mundo feliz”,
     juventud
eterna, belleza y perfección, en la que se busca eliminar el dolor a toda costa,
éste último se convierte en un elemento subversivo necesario para recordarnos
nuestra vulnerabilidad; creo que el dolor es tan perturbador que nos acerca a
los otros por una vía más directa que la razón, a través de los sentidos;
     el cuerpo
antecede al pensamiento, mi cuerpo y el cuerpo del otro se reconocen por esta
relación preontológica de la que hablaba Merleau Ponty; creo en un humanismo
fundado en el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad, en la contrariedad que
es el ser para la muerte; creo que la gratuidad de nuestro dolor es lo que nos
     hace
capaces de aceptar el sacrificio que implica el ser para los otros, creo que el
     amor
es posible sólo cuando aceptamos que nos convierta en seres aun más
     vulnerables,
creo que la sabiduría está llena de locura y que eros y tánatos son dos caras
     de una
misma moneda.

La respuesta no está en lo que dices,
sino en lo que dibujan tus ojos sobre la mesa
donde extendemos el insomnio.

Nuestro diálogo no se da en la boca
sino a través de la voz que recorre mi ramaje.

Escuchar es ser el otro.




El jardín del mundo


Hay un fruto     hay un jardín     hay un muelle               hay la locura
un silencio llueve despacio              la piel aflora una tormenta
                          semillas abierta del naufragio
Del cuarto en una esquina el loto rojo tiembla
                       algo          sigue          creciendo
                            los dedos se perturban     quieren asir la danza     adivinar
                                                                           el fuego [en la penumbra
                    enredarse en las serpientes de los brazos

No es nosotros quien se mira en nosotros
                : la desesperación
                      un hueco en este vientre que se agranda
                      un higo que abre y cierra su jugo en el jardín del mundo
Y la mano del hombre que le arranca
     el loto deseoso de caer deshojado por una ráfaga de viento
             o     aliento de la tierra      ¿desde dónde soplas?

     Todo es rabia de no morirse en un segundo
    de no ser en un segundo         y      seguir      siendo




Tierra infinita


Amo tu piel
               Tierra infinita
Extendida hacia mí cuando te toco
Con manos de humo sobre el fuego de tu cuerpo
me acerco apenas
En mi perenne intento por sentirte
lo que se escapa a mi mano es lo que toco
El vacilante gesto te persigue
como la hierba a la gacela
Se me acumula en los dedos
un dolor que no es sino la firma de mi falta
Mi desesperación por dejarte una huella
porque me siento frágil cuando penetro tu boca
Este terrible espanto con que te llamo a veces
y el temblor de mis pulgares en tus ojos
tatuados con mis marcas invisibles
testigos vulnerables que se borran
estas palabras que se llenan de manos
para hacerte sentirme
una fugacidad inconclusa que dibujo en tu cuerpo
El engaño imposible al rostro conocido y extranjero
de la muerte




Si el miedo


Y si el vaso no fuera más que vaso que se rompe
Y el agua líquido que se evapora
Si no fuéramos nunca a ningún lado en ningún momento
Si esto fuera
Si la imaginación no fuera más que el intento de escape de la realidad
Y si no hubiera más que este lechoso silencio
No acertijo sino respuesta tan amarga
Que preferimos el signo
Los recovecos de las cosas para esconder nuestros cuerpos
Si no existiera un rostro tras la máscara
Si la máscara fuera el rostro verdadero
Si no hubiera más que este tonel de devenires
Cerrado y estrepitoso y no aquellas tierras movedizas
No un fondo por descubrir sino un espejo cóncavo
Que nos refleja de cabeza pero iguales
Si el amor no fuera más que miedo
Si los dioses no fueran más que miedo
Si el miedo no fuera mas que miedo
Si el miedo fuera todo
Un miedo sobrecogedor
Una avalancha de pavor inundando los cuerpos
Un criadero de miedos como perros queriendo devorarnos
El miedo como costilla fracturada
Como dolor original
Pura desolación creciendo en nuestros dedos como uñas
Las uñas que rasgan nuestros labios con violencia
No porque no podamos hablar
Sino porque no hay nada que decir
Nada que pueda acabar con el terror

Si la poesía no fuera más que un miedo infinito

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Yunuen Díaz (Ciudad de México, 1982). Maestra en Arte por el Instituto Cultural Helénico. Es autora de Vértigo y fruto (Instituto Mexiquense de Cultura, 2008) y Aromarena, de próxima aparición bajo el mismo sello. Participó en 2008 en el proyecto México-joven. Antología de jóvenes artistas mexicanos, promovido en Polonia. Ofrece continuamente recitales de música y poesía. Fue participante del proyecto Arteshock de TV-UNAM en la categoría Arte del cuerpo, con su obra Poesía en la piel.